miércoles, 6 de mayo de 2009

LA CONSTRUCCIÓN DEL FUTURO: CONCEPTO Y MODELO DE PROSPECTIVA ESTRÁTEGICA, TERRITORIAL Y TECNOLÓGICA.

Análisis de un Libro de Enfoque Gerencial:

“LA CONSTRUCCIÓN DEL FUTURO: CONCEPTO Y MODELO DE PROSPECTIVA ESTRATÉGICA, TERRITORIAL Y TECNOLÓGICA”.
Autor: Francisco José Mojica.

La Prospectiva puede contemplarse desde un plano global, estudiando el colectivo de tecnologías y sus impactos, o bien desde un nivel sectorial, analizando tan solo un entorno limitado o un pequeño segmento de la sociedad. Pero en ambos casos, los resultados obtenidos sirven de base para la configuración de una determinada acción en un cierto momento.

Como es evidente, el resultado de estos análisis nunca será algo que deba tomarse como una verdad que necesariamente va a ser cumplida. Serán solo posibles previsiones o escenarios que podrán variar según vayan cambiando algunas de las múltiples variables que estarán siempre presentes en el desarrollo de cualquier estrategia. Y es posible que las predicciones que se hagan para dentro de veinte años tengan que ser cambiadas al cabo de tan solo uno. Pero como es lógico, en cualquier caso, es preferible tener una cierta previsión sobre cómo puede evolucionar el futuro que no hacer ningún tipo de previsión sobre él. Esa es la función de la Prospectiva.

En este libro el autor trata de ofrecer una panorámica de qué es lo que se entiende por Prospectiva, de cuáles son algunas de las herramientas que emplea y qué se está haciendo en otros países en este campo.

La Prospectiva tiene, en nuestro país, un largo camino todavía que recorrer. Todos los que hemos intentado hacer algo en este terreno hemos sido autodidactas que hemos ido improvisando lo que el sentido común nos decía. En cambio, en otros países, la Prospectiva tiene ya un cuerpo de doctrina, con verdaderos profesionales dedicados a ella y, lo que es más importante, una verdadera tradición.

El interés del hombre por el futuro no es nuevo. Tampoco, el temor y la fascinación que le despierta. Hasta el siglo XVII, o poco más, las ideas dominantes sobre el porvenir eran de inspiración religiosa, hermética o astrológica. Las sociedades europeas anteriores a la modernidad vivían pendientes de un futuro que, en realidad, sería la anulación de todo futuro: el juicio final. Hoy, pocos siguen a la espera de este momento, pero la carga emocional asociada al futuro puede no ser menos intensa. Somos, en este sentido, menos modernos de lo que pensamos.

La prospectiva nació y se ha consolidado en permanente batalla contra esta herencia de posiciones escépticas, deterministas o fatalistas sobre el futuro. Se trata de un campo de investigación interdisciplinario que surge a finales de los años cincuenta del siglo pasado como respuesta a una sensación muy generalizada de aceleración del tiempo histórico y de percepción del futuro como riesgo. Se concibe menos como una disciplina académica, cuya actividad se circunscribe únicamente al campo del saber, que como una herramienta de planeación con el propósito de incrementar la capacidad del hombre de prever y modelar el desarrollo futuro de las sociedades. Liberada de la ilusión de pronosticar o saber a ciencia cierta lo que sucederá en el futuro, la prospectiva se interesa por su construcción.

La obra sujeta a análisis ha sido concebida como un tratado teórico de carácter sistemático sobre como construir el futuro a través de la prospectiva. Unos piensan que lo importante de la prospectiva es el producto final, la predicción del futuro. Otros le dan más valor al proceso, a la reflexión y motor de cambio estratégico que se inicia al pensar en el futuro. Otros, por el contrario, desconfían de ambos modelos; si el futuro no se puede predecir lo mejor es no invertir esfuerzos en esta tarea y centrarse en gestionar el presente. Lo cierto es que en un entorno de creciente complejidad e incertidumbre, el valor de la predicción cuantitativa y, pretendidamente, precisa se reduce exponencialmente. Pero siguen siendo necesarios (aunque solo fuese una necesidad psicológica) modos de adaptación al futuro, o más bien a los posibles futuros, tanto para responder a los problemas como para explotar las oportunidades.

En realidad “imaginar el futuro” es algo innato a la naturaleza humana y el problema se sitúa más en los usos que hagamos de esos ejercicios de prospectiva que en el ejercicio en si mismo. Aunque los utópicos tecnológicos dibujan un escenario de cambio rápido y radical (una revolución), la realidad que podemos observar en buena parte de la sociedad, las empresas o la política nos enseña que nos encontramos ahora en una larga fase de transición social, económica y política. En este tipo de transiciones, radicales pero largas, puede ser preferible prescindir de las ideas y métodos obsoletos para comenzar desde cero innovando en el desarrollo de nuevas estructuras organizativas a partir de las condiciones que emergen de modo impredecible.

Así, los papeles de los responsables de estrategia ha cambiado, pasando de la planificación pensada en la eficiencia al diseño de estrategias y modelos organizativos que permitan a las organizaciones adaptarse en el futuro a los cambios.

No hay un solo futuro, sino varios. Quizás ésta sea la afirmación fundamental de la prospectiva. Comprender su significado y alcance es clave para aproximarse al corazón conceptual de una disciplina que construye visiones para planear el futuro de largo plazo de la sociedad, las regiones y las organizaciones.

La prospectiva no ofrece, ni lo pretende, una ontología del tiempo futuro. No le interesa precisar qué es el futuro ni mucho menos el tiempo. Sin embargo, para fines metodológicos sí suscribe que el futuro está esencialmente abierto e indeterminado; en otras palabras, que es en realidad una pluralidad de futuros.

Detrás de la aceptación de una multiplicidad de futuros existe una evolución teórica y metodológica importante dentro de este campo. Hasta la década de los sesenta y aun en los setenta, en los estudios sobre el futuro todavía se advertía cierta esperanza cientificista de poder elaborar una narrativa única sobre el porvenir que predijera el curso necesario que tomarían los sucesos venideros. Eran investigaciones cuyo bagaje intelectual y técnico se enmarcaba en una lógica de predicción, similar a la naturaleza del saber científico regido por leyes.

La intención era anticipar intelectualmente un acontecimiento situado en el futuro, cuya ocurrencia sería necesaria, bien sea por la presión de tendencias irreversibles o por la sujeción de los fenómenos a una legalidad antes establecida. Así como en su momento la ciencia que se entendía normada por un método inductivo abrió la puerta a la probabilidad para justificar sus pretensiones de universalidad, también los estudios de futuro tenían cautela en basar sus afirmaciones en cálculos de probabilidad y en juicios condicionales.

No es difícil inferir los supuestos de fondo que portaban estas investigaciones, aun las que renunciaban a establecer juicios sobre el futuro basados en un determinismo estricto: a) la convicción de que el futuro es el resultado de fuerzas objetivadas que avanzan necesariamente en una sola dirección; b) la certeza, concomitante, de que la acción humana cumple un papel menor en la modelación o fabricación del futuro; y c) el supuesto intelectual de que la investigación del futuro debía proporcionar un conocimiento "científico" del porvenir, medido por la exactitud de sus predicciones.

Hacia la década de los sesenta, estos supuestos comenzaron a ser cuestionados. La rebelión se inició en dos frentes geográficos distintos, al parecer sin conexión inicial entre ellos, pero que lograron una convergencia de perspectivas a finales de los setenta y en la década posterior. Uno de estos frentes se ubicó en Francia, con el empuje inicial de Gaston Berger, Bertrand de Jouvenel y Pierre Massé.

A este grupo se debió el surgimiento de un impulso poderoso por renovar los fundamentos de una disciplina que parecía entonces irremisiblemente condenada a moverse entre la especulación intuitiva (ejemplificada de modo magistral por Alvin Tofler en los setenta) y las visiones deterministas, de carácter predictivo, acerca del porvenir. No sólo la denominación, sino el enfoque central de la prospectiva que hoy sigue vigente, fueron formulados por la corriente de pensamiento e investigación que alentó este grupo.

Una de las aportaciones más conspicuas de los franceses a la prospectiva fue el hincapié que puso en la capacidad del hombre para intervenir en la construcción del futuro. El porvenir no habría que entenderlo sólo como la aparición inexorable de sucesos objetivados, provocados por factores opacos a la voluntad del ser humano, sino como algo que es fruto también de deseos e intenciones movilizadas, consciente o inconscientemente, por una colectividad.

Pensar en el futuro como una dimensión sensible al hacer y desear de las personas tiene amplias implicaciones gnoseológicas, puesto que el sujeto que investiga el futuro deja de ser aquel interesado en la predicción para convertirse en uno más bien comprometido con la prevención y la consecución del porvenir; también, en tanto el propósito es incrementar la competencia humana en el control del futuro, el sujeto involucrado ya no es única y exclusivamente el futurólogo, dotado de una supuesta experticia para generar juicios "científicos" sobre el mañana, sino una colectividad que va ampliando su rango de percepción y acción ante el futuro. A final de cuentas, como resumió Michel Godet, heredero y máximo exponente hoy de la prospectiva en su vertiente francesa, "la buena previsión no es la que se realiza, sino la que conduce a la acción".

El otro frente de combate al estilo determinista de hacer estudios de futuro, defensor de una versión objetivista y unidimensional del futuro, fue creado por Herman Kahn y colaboradores en Estados Unidos. Antes de su labor como fundador y líder de ese organismo, Herman Kahn se había forjado una amplia experiencia en el campo de la estrategia militar y la investigación de futuros dentro de la Rand Corporation, centro de pensamiento similar al que fundaría él después y que se destacaba por sus investigaciones en asuntos bélicos.

Kahn se dio a conocer tempranamente por sus investigaciones sobre las consecuencias que tendría para Estados Unidos una guerra termonuclear con la Unión Soviética. No le interesaba definir si una guerra de este tipo sucedería o no, y cuándo, sino qué pasaría si ocurriera. Estaba interesado por explorar las diversas posibilidades que se presentarían si Estados Unidos fuera atacado por Moscú. Pensaba que la "mejor manera de prevenir un guerra nuclear era pensar seriamente y a detalle sobre lo que sucedería si esa guerra tenía lugar". A cada una de esas posibilidades de ocurrencia, a esas situaciones diferenciadas que podrían surgir una vez desatado el ataque, le llamó "escenario".

El término lo introdujo Kahn, a sugerencia de su amigo Leo Rosten, literato y guionista de cine, para designar una entre varias descripciones alternativas del futuro. Al igual que en las artes, un escenario comenzó a significar un esbozo detallado de una situación que sucedería (o se presentaría) en el futuro. Para Kahn, los escenarios eran una manera de estimular un pensamiento previsor sobre el porvenir que ayudaba a "pensar lo impensable". Era un método que obligaba a sistematizar y profundizar en el conocimiento de las variadas posibilidades en que podría desgranarse el futuro.

Bien sea por el afán de reivindicar el papel de la voluntad en la conformación del futuro, preconizado por los franceses; o bien por la necesidad de robustecer el pensamiento estratégico haciéndose cargo de las múltiples posibilidades de un evento futuro, como Kahn insistió en sus trabajos seminales sobre el futuro; a inicios de la década de los setenta se había configurado una tendencia de pensamiento que estimulaba la reflexión sobre el porvenir en términos de asumirlo como un orden multiforme, abierto e indeterminado, en cuya ocurrencia la acción humana cumplía un papel de suma relevancia.

Sin duda, para entonces también se habían acumulado demasiados motivos sociales y económicos para dar este giro teórico-metodológico. En los sesenta y después se tenían evidencias muy claras de que el futuro de la sociedad no podía seguirse comprendiendo con base en la forma en que lo había hecho en el pasado. El porvenir se veía esencialmente como un territorio poblado de crisis, rupturas y turbulencias, cuya naturaleza y magnitud no tenían precedente en la historia y, por lo tanto, no podían ser entendidos echando mano de saberes probados. Se tenía la conciencia de que la sociedad moderna se encontraba ante los albores de profundos cambios económicos, sociales y políticos para los cuales no estaba preparada. El curso mismo de la historia, entonces, también aconsejaba abandonar las visiones del futuro unidireccionales y deterministas, útiles quizás en una época de estabilidad y certidumbre que estaba llegando a su fin.

A finales de los sesenta, el método de escenarios, además, terminó por brindarle a la investigación del futuro algunas de sus características clave que la definen en la actualidad: a) como un ejercicio que coadyuva a la estructuración de la planeación a largo plazo; b) como una actividad que se lleva a cabo primordialmente dentro de una organización o institución; y c) como una herramienta que sirve a los propósitos más amplios de la gestión empresarial.

Uno de los fundamentos intelectuales de esta conexión son las investigaciones de David Ingvar, neurobiólogo. Los planificadores por escenarios han encontrado un paralelismo entre la actividad del cerebro y la de una organización que aplica esta metodología. Según Ingvar, el cerebro humano fabrica continuamente planes y programas de acción sobre el futuro, tanto en estado de vigilia como en el sueño. Estos planes son acciones potenciales organizadas de manera secuencial que indican vías alternativas de actuación. Dichos planes no se olvidan; forman una "memoria del futuro" que se actualiza y revisa con constancia.

Expertos en planificación por escenarios, como Van Der Heijden, De Geus, Schwartz y Davis, han insistido con diversos tonos que la generación de escenarios es una herramienta que puede robustecer el pensamiento estratégico de una organización o institución. La exploración de futuros alternos le permite a ésta: a) mejorar la consistencia de los proyectos y darle más calidad a la toma de decisiones; b) ampliar los modelos mentales de los directivos y su sensibilidad para pensar el futuro; c) expandir la percepción corporativa ante las señales del entorno; d) movilizar energías creativas en los diferentes niveles de la organización, y e) potenciar el liderazgo de la organización. En último término, la formulación de escenarios se aprecia como un recurso particularmente poderoso para estimular el aprendizaje al interior de las organizaciones, a través de un ciclo permanente de "integración de experiencia, desarrollo de sentido y acción".

Más que un método o una disciplina, la prospectiva es una actitud, es decir, el adjetivo debe preceder al sustantivo. El sentido del término "prospectiva" es evidente y está formado de la misma manera que el de "retrospectiva"; ambos se oponen en la medida en que el primero expresa que miramos hacia delante y no hacia atrás. Un estudio retrospectivo se dirige hacia el pasado y el prospectivo hacia el futuro.

Estos dos adjetivos no son perfectamente simétricos en cuanto a su significado, pero sí en su forma, porque tendemos de manera habitual a representarnos el tiempo como una línea en la que el pasado y el futuro corresponden a las dos direcciones posibles. En realidad, el ayer y el mañana son heterogéneos. En cuanto al primero, sólo podemos visualizarlo porque ya no hay nada que podamos hacer, mientras que el mañana significa proyectos cuyas posibilidades están abiertas. Pasar de la retrospectiva a la prospectiva no implica sólo reorientar la atención; requiere una preparación para la acción. Podemos ser prospectivos desde la historia y recíprocamente, no todo pensamiento futuro es prospectivo.

Cuando reflexionamos sobre la importancia que tiene para los hombres el porvenir y lo que les depara el futuro a sus hijos, no podemos dejar de sorprendernos al observar el escaso lugar que ocupan los temas del futuro y el pasado en el interés de los filósofos y los escritores. Hay un sinnúmero de páginas en las que estos términos no aparecen y cuando figuran en algún texto no lo hacen como conceptos centrales de la discusión. Posiblemente, hacía falta que el hombre desarrollara su poder tal y como lo ha hecho hasta ahora para entender que el futuro no es un misterio absoluto, ni una fatalidad inexorable.

La característica principal de la actitud prospectiva consiste sin duda en la intensidad con la cual nuestra atención es atraída por el futuro. Podemos estar tentados a creer que lo que hay en él es por completo obvio, pero nada es menos cierto. Como lo dijo Paul Valéry, "entramos en el futuro retrocediendo", porque el mañana prolonga el hoy, tendemos a creer que será igual. El estudio del futuro no ha comenzado de manera sistemática. Sin embargo, ciertas firmas reconocidas han abierto, desde hace algunos años y al margen de sus servicios de previsión, "los departamentos del futuro" u "oficinas de hipótesis" dedicadas a la elaboración racional de los posibles rumbos que podría tomar el mundo en el mañana. El cambio como tal comienza a atraer la atención. De manera un poco incierta y con las imprecisiones del vocabulario que son inevitables en toda nueva investigación, Ronald Lippitt, Jeanne Watson y Bruce Westley estudian "la dinámica del cambio" cuando éste es buscado y preparado por el hombre. Fuertemente influenciados por las ideas de Kurt Lewin, ofrecen algunos elementos relevantes que serán valiosos para construir una teoría general del cambio, cuya necesidad se ha dejado sentir.

La actitud prospectiva no sólo nos orienta al futuro; hay que agregar que nos hace ver también a lo lejos, a una época en la que las causas producen sus efectos a una velocidad creciente; por lo tanto, no es posible considerar simplemente los resultados inmediatos de lo que está ocurriendo. La prospectiva es, por lo tanto, en esencia el estudio del futuro lejano.

La experiencia nos ha mostrado que el intento no es ocioso y que los resultados no carecen de interés. No hay que suponer que la prospectiva no puede proporcionar más que afirmaciones débiles. Como no busca predecir y no se interesa en los eventos, sino en las situaciones, no tiene la necesidad de proporcionar fechas y si lo hace es con cierta aproximación. De este modo, provee de un grado elevado de certidumbre. De hecho, las previsiones tienen más probabilidades de ser exactas cuando se hacen sobre un periodo largo que sobre uno corto.

En las relaciones humanas, toda acción, como cualquier decisión, es sintética e integra todos los elementos anteriores. Esto es mayormente cierto cuando se trata de visiones futuras vividas en un mundo cada vez más interdependiente. Las extrapolaciones lineales, que dan la apariencia de rigor científico a nuestros razonamientos, son peligrosas si olvidamos que son abstractas.

Para superar las visiones estrechas de los especialistas y describir de manera concreta una situación ubicada en el futuro, nada es mejor que el diálogo entre los hombres de experiencia, cuya formación y responsabilidades sean diferentes. Es necesario que los hombres converjan en una visión de conjunto y no que las cifras se sumen o se equilibren automáticamente. Los documentos surgidos del diálogo de los investigadores y especialistas podrán darle un sentido a nuestra hipotética situación. Por lo tanto, de la confrontación de los puntos de vista personales de los expertos surgirá una visión común que antes que confusa será complementaria.

Los procedimientos utilizados con más frecuencia para sugerir o justificar las decisiones entran en una de las siguientes categorías: la acción planeada supone un precedente, se apoya en una analogía o sobre una extrapolación. Valiosos para sugerir hipótesis, estos comportamientos tienen la ventaja de evitarnos la pérdida de tiempo que regularmente implica tomar la decisión poco razonable de someter todo al análisis. Hay que desarrollar cierto hábito que nos libere de los trabajos de rutina para dejar disponible nuestro espíritu para la creatividad requerida.

No obstante, en un mundo acelerado este hábito ve limitado su dominio legítimo de manera singular. El precedente sólo es válido ahí donde todo se repite. La analogía sólo se justifica en un universo estable donde las causas profundas se encuentran ligadas a las formas exteriores fácilmente reconocibles. Cuando las transformaciones son pocas o muy progresivas, los mismos conjuntos complejos se mantienen por largo tiempo y las sorpresas no son tan temibles. Pero cuando todo cambia rápido, estos conjuntos se desagregan. Con respecto a la extrapolación, se contenta con prolongar la tendencia actual que no es más que el resultado de las causas profundas. Creer que todo va a continuar sin estar seguros que las mismas causas seguirán actuando, es un acto de fe gratuito.

Por lo tanto, la prospectiva debe dedicarse al análisis con profundidad. La búsqueda de los factores en verdad determinantes y las tendencias que empujan a los hombres en ciertas direcciones, de las que no siempre es consciente. En los grupos de discusión, en los que se ponen en común las experiencias y las competencias adquiridas, debe dársele un lugar a los filósofos, los psicólogos y los psicoanalistas, quienes nos recuerdan que no debemos juzgar al hombre por lo que dice ni por lo que hace, porque sus actos lo traicionan más frecuentemente de lo que suponemos.

La misma investigación de las causas deberá inspirar los análisis económicos y sociales. No podemos fiarnos de los indicios exteriores que en otro momento fueron reveladores, es decir, que la prospectiva es todo menos un recurso fácil, puesto que supone una extrema atención y un trabajo tenaz. La visión prospectiva no se nos da gratuitamente; es más bien una recompensa parecida en eso a la intuición bergsoniana, que es a menudo malentendida y que es el resultado de un largo trabajo de análisis. La simplicidad se conquista.

Previsión y prospectiva no emplean los mismos métodos, ni deben ponerse en práctica por las mismas personas. La prospectiva supone una libertad que no admite la obligación a la que nos somete la urgencia. La prospectiva nos demuestra seguido que las acciones de corto plazo se encadenan en una dirección opuesta a la que revela el estudio de largo plazo. Los que la practican deben conducirse con rigor, pero al nivel más alto. Los responsables saben calcular la importancia de los fenómenos y darles el lugar exacto en el conjunto de los eventos.

La diferencia de los compromisos hace que la prospectiva sea ­o deba ser­ temeraria. Los horizontes que hace aparecer pueden llevarnos a modificar con profundidad nuestros proyectos de largo plazo. Los actos que distinguimos se dispondrán a nuestro antojo y podrán ser modificados para adaptarlos a las circunstancias. Por el contrario, la previsión a corto plazo nos conduce a las decisiones inmediatamente ejecutables y nos compromete con frecuencia de manera irreversible. Por lo tanto, la libertad de nuestras visiones prospectivas debe acompañarse de una sabia prudencia dentro de nuestras realizaciones próximas. Por eso, Descartes recomendaba someter todo a duda y conceder al espíritu una libertad absoluta, pero como "las acciones de la vida no se detienen" las decisiones inmediatas tenían que regirse por la prudencia, la moderación y la constancia de su moral previsora.

Desde muchos puntos de vista, la prospectiva se parece a la historia una y otra tienen como base hechos que por esencia no están presentes: el pasado ya no es y el futuro aún no llega, ambos están fuera de lo existente. Como en la historia, también la prospectiva se interesa por los hechos humanos. Los eventos cósmicos o el progreso de la técnica atraen en la medida en que tienen consecuencias para los seres humanos. No pretendemos que el hombre sea "la medida de todas las cosas".

Precisando. El futuro no es sólo lo que puede "llegar a pasar " o aquello que tiene mayor probabilidad de ocurrir, también es, en una proporción que no deja de crecer, lo que nosotros hubiéramos querido que fuera. Prever una catástrofe es condicional: es prever lo que ocurriría si no hacemos nada por cambiar el curso de las cosas, y no lo que ocurrirá de todas maneras. Ver un átomo lo cambia, mirar un hombre lo transforma, ver el futuro lo cambia todo. Alain escribió: "Mientras no hayamos comprendido las relaciones entre todas las cosas y el encadenamiento de las causas y efectos, estaremos abrumados por el porvenir". La prospectiva es atenta a las causas. De este modo nos libera del fatalismo.
ANÁLISIS CRÍTICO. CONTRIBUCIÓN CON LA INVESTIGACIÓN DOCTORAL

En los últimos doscientos años, primero la cultura occidental y después la mayor parte del mundo han mantenido una perspectiva básica que es progresiva y optimista. Ha habido una revolución universal de expectativas en ascenso: una visión del futuro como una enorme mejora sobre el presente o el pasado, al menos en lo que respecta a aspectos materiales y estándares de vida. Una implicación adicional ha sido que más gente participa en esa mejora y está en el derecho de hacerlo. El pensamiento liberal tradicional, así como también los marxistas y los escenarios postindustriales del futuro, han sustentado este concepto de progreso. Estas perspectivas con frecuencia han incluido de manera considerable pensamiento utópico o milenarista.

Todas estas perspectivas sostienen que el futuro es más o menos unitario y coherente, o que al menos tiene una estructura dialéctica de tesis-antítesis-síntesis. Sin embargo, hay también una visión básica que destaca la discontinuidad, inconsistencia, arbitrariedad, desorden y oportunidad; es decir, lo impredecible o la singularidad de los actuales eventos y condiciones. En este caso, una especial atención podría dársele a los eventos probabilísticos, con un cálculo de las contingencias para y en contra de estas ocurrencias. Una actitud más agnóstica podría ser adoptada: que el futuro es como un continente inexplorado, una tierra incógnita, intrínsecamente desconocida.

Las elecciones básicas deben hacerse en la construcción de contextos básicos, futuros alternativos, y escenarios. Lo primero es elegir entre una aproximación extrapolativa y las metas deseadas (o evitables) que ofrece la aproximación normativa. En la técnica extrapolativa uno examina una situación existente, selecciona ciertas tendencias que parecen relevantes, y entonces extrapola estas tendencias de una manera más o menos sofisticada. Varias medidas que podrían afectar estas proyecciones y cambiar los resultados o tendencias pueden entonces ser examinadas.

La aproximación normativa (u orientada por metas), en contraste, involucra primero la determinación de algún futuro contexto o escenario que se desea realizar o evitar, para entonces preguntarse qué secuencia de eventos podría conducir a la realización de este objetivo. En muchos casos, una meta relativamente improbable es examinada, y entonces se compara este propósito con la situación actual y su más probable extrapolación. Al conectar el presente y la meta postulada, es probable que sea necesario modificar la imagen del mundo actual y aquella del mundo futuro, y quizás usar escenarios relativamente improbables. Estas distorsiones son justificadas porque el propósito es focalizar la atención o discusión en algún evento improbable, aunque importante en lo absoluto.

En principio, las aproximaciones normativas y extrapolativas pueden conducir a los mismos resultados si son aplicadas con rigurosidad y en detalle. Entonces es recomendable utilizar una aplicación en vez de otra. Los resultados, por supuesto, dependerán de la aproximación que se use.

Una segunda elección básica debe hacerse entre una aproximación sintética y una morfológica. En la técnica sintética, temas o tópicos separados se eligen para ser examinados e integrados en un todo. En la técnica morfológica, una descripción general del todo es elegida primero y luego los temas y tópicos son especificados para ajustarlos dentro del todo elegido. En otras palabras, la aproximación sintética comienza con actores y situaciones y después se crea un entorno adecuado para ellos; la aproximación morfológica, por su parte, comienza con el entorno mismo y en segunda busca los actores más apropiados y las situaciones.

Tercero, es necesario elegir si se trabaja con conceptos e imágenes intuitivas y empíricas tomadas del mundo real, o se aplican arquetipos, conceptos y otras generalizaciones bastante abstractas o teóricas. La aproximación empírica, intuitiva, es más propia del área experta en combinación con alguna de las técnicas extrapolativas. En este método, los aspectos concretos del mundo familiar cotidiano son primero identificados y explicados, y luego son usados para construir una imagen del futuro. En la otra aproximación, el hincapié está en las teorías, las formulaciones abstractas y las hipótesis generales. Un modelo abstracto de la situación real es primero construido y después se examinan las variables del modelo. Éste podría ser bastante rudimentario e intuitivo siempre que las variables puedan ser definidas y especificadas.

Si se tiene en cuenta las tres elecciones básicas, es posible emplear ocho diferentes técnicas para construir escenarios futuros. Las ocho combinaciones tienen sus propios usos diversificados. De hecho, estas dicotomías no poseen la rigidez de esto o aquello, sino que en verdad forman un continuum de preguntas de mezcla y grado y conducen por una variada continuidad de elecciones. Por lo tanto, existe mucha mayor libertad. Al final, todas estas aproximaciones podrían conducir a obtener en gran medida el mismo resultado, pero dado que los análisis son raramente llevados al límite, las aproximaciones son a menudo bastante diferentes en la práctica. En teoría, el uso de cualquier técnica no parece tener a priori ninguna ventaja de mucho peso. En cualquier caso, lo opuesto es verdad con frecuencia; todo depende del investigador y de los tópicos sobre los cuales se elija focalizar.

En la extrapolación de algunos sistemas de eventos, tanto si se trata del mundo como un todo o un segmento muy pequeño, es posible aplicar los ocho tipos básicos de extrapolación, caracterizados como sintéticos o morfológicos, extrapolativos u orientados por metas, empíricos o teóricos y abstractos. El analista podría considerar primero el grado en el cual es deseable describir una situación mostrando sus características netas y resolviendo los componentes que serían razonablemente consistentes con estas características. De modo alternativo, el analista podría describir los componentes y entonces sintetizar el todo desde los componentes, y resolver las inconsistencias y tensiones.

Los escenarios son historias del futuro plausibles, pertinentes y alternativas. Son poderosas herramientas para referirse a lo que es a la vez fundamentalmente significativo y profundamente desconocido: el futuro.

Muchos han tratado de comprender el futuro a través de predicciones. Los pronosticadores extrapolan del pasado, le imponen al futuro los patrones que ven en el pasado, y tienden a hacer caso omiso del proverbio que dice "una tendencia es una tendencia hasta que se rompe". Y la ruptura es por lo general lo más interesante, porque es la que entraña el mayor riesgo o la que ofrece las mayores oportunidades.

Una de las dificultades que muchos pronosticadores tienen y que constituye, en cierta forma, un obstáculo para quienes preparan escenarios, es que estamos influenciados con fuerza por las condiciones del presente. Muchos pronósticos consisten en poco más que visiones pesimistas u optimistas de desarrollos desde posiciones presentes. Esto surge porque estamos influenciados por aquello que nos rodea. Vemos el mundo con una mentalidad culturalmente condicionada que limita hasta qué punto podemos imaginar un amplio grupo de futuros.

Los escenarios intentan mirar más allá de nuestras limitadas mentalidades, reconocen que las posibilidades son influenciadas por un amplio rango de personas, y que muchas visiones del mundo son diferentes a la nuestra. El grupo de pensamiento típico entre la mayoría de las organizaciones es desafiado por los escenarios, los cuales nos llevan a incorporar lo que de otra manera podría ser rechazado como pensamiento extravagante.

Uno de los aspectos más difíciles al prever el futuro es tratar las discontinuidades en los ambientes de las organizaciones. El pronóstico no intenta abordar este asunto. Los escenarios, en contraste, identifican discontinuidades como un tema central para las organizaciones; así, las ayudan a prepararse para los cambios sorpresivos. Una organización que es abierta a los cambios es mucho más probable que sobreviva y prospere que una que está continuamente persiguiendo eventos.

El propósito es estar preparados para un amplio rango de eventualidades, ser capaz de interpretar como asuntos normales lo que otros ven como "crisis", y tener políticas mejor adaptadas a entornos emergentes que las de nuestros competidores.

El propósito de los escenarios es ayudar a prepararse para el futuro. La finalidad del constructor de escenarios es asegurarse que haya un adecuado desafío de manera que se dé un aprendizaje relevante.

Casi por definición, los escenarios comienzan con la comprensión de la mentalidad existente de los actores involucrados en el contexto, sus preocupaciones e inquietudes. Todos nosotros tenemos mapas mentales ­a través de los cuales miramos el mundo­ y los escenarios son diseñados para desafiar a éstos, porque los factores que modelan el futuro no necesariamente estarán reflejados en nuestra propia visión.

Los escenarios tienden a darle dirección a asuntos de vulnerabilidad corporativa y posicionamiento estratégico antes que a preocupaciones operativas. Ayudan a apreciar la macroorientación de la organización y aquellas fuerzas que modelan la inversión de gran escala y las iniciativas principales. Los buenos escenarios proponen mejorar la calidad de la conversación corporativa sobre la estrategia, lo que conduce a mejorar la calidad de inversión y a reducir las desventajas de la organización. Ello debe traer un impacto real en el valor percibido de la compañía.

El uso de escenarios puede ser visto como una intervención estratégica en la vida de una organización. La intervención está compuesta de dos elementos: el "estímulo", que es el conjunto de escenarios, y la "respuesta" deseada, que es un cambio en la mentalidad, caracterizada, por ejemplo, por un cambio en la dirección o la ejecución de ­un compromiso con­ nuevas acciones y agendas estratégicas.

La construcción de escenarios para una organización requiere claridad sobre la totalidad de puntos focales o temas. Éstos surgen de una valoración de los mapas mentales de los actores involucrados y la actual agenda estratégica, las cuales son con frecuencia exploradas mejor a través de entrevistas.

Cuando los puntos focales o el tema han sido clarificados, las principales áreas de investigación requeridas son identificadas y la información reunida. En esta etapa, los participantes necesitan estar muy abiertos, deliberadamente tomando una amplia variedad de perspectivas a tal grado de construir una base para el pensamiento creativo.

El próximo paso es identificar y analizar las fuerzas motrices que modelarán el ambiente. ¿Qué persistirá y qué puede ser prevenido ­y qué podría cambiar y ser desconocido? A partir de esto, se puede prever un conjunto de argumentos o guiones plausibles. Estos necesitan ser estructurados; las conexiones relevantes identificadas; y el escenario lógico, incluyendo las discontinuidades, definido. Las historias relevantes, incluyendo sus dinámicas, necesitan ser desarrolladas y, en algunos casos, los escenarios deben ser cuantificados. Los escenarios están entonces en condición de usarse como nuevos marcos de referencia. Éstos deben reunir ciertos requisitos:

· Ser construidos desde el presente y ser reconocibles por los participantes. Cada escenario debe tener resonancia con señales en el presente.
· No ser fáciles de desechar por aquellos que los usan. La plausibilidad está en el ojo del observador, y cada escenario tendrá sus adherentes. Sin embargo, los participantes necesitan aceptar la plausibilidad de cada escenario si quieren sacarle provecho a su uso.
· Los buenos escenarios deben estar basados en el análisis y ser internamente consistentes. Sin embargo, las visiones en cuanto a aquello que constituye la consistencia interna pueden variar.
· Solamente cuando los escenarios genuinamente desafían los mapas mentales de los participantes existe la posibilidad de aprendizaje.
· Para que los escenarios tengan un uso directo, deben implicar consecuencias directas en las decisiones de los participantes.

Una vez preparados, los escenarios deben ser comunicados. La mejor vía para asegurar que se transfieran las ideas es a través de talleres personalizados con la activa participación de los directivos. La aproximación elegida dependerá de qué tanto los escenarios sean parte de un amplio proceso de planeación estratégica de la compañía o de una intervención más ad hoc.

Los escenarios tienen muchas aplicaciones:
· Enriquecer el debate y ampliar la conversación estratégica en la organización. El propósito aquí es traer nuevos conceptos e interpretaciones a los participantes y, en último término, cambiar los mapas mentales.
· Buscar la flexibilidad corporativa, incluyendo que las decisiones riesgosas se hagan más transparentes. Esto involucra la identificación de las amenazas y oportunidades, así como la creación y valoración de opciones.
· Desencadenar un proceso formal de planeación que incluya la valoración de estrategias y planes existentes.

Los escenarios nos ayudarán mejor a describir la arquitectura del mundo por venir. Estos escenarios deben ayudarnos a generar ventajas estratégicas, una consecuencia de extender sus mapas mentales en direcciones alternativas relevantes e identificar nuevas oportunidades de negocios.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

Kaufmann Walter, (1956). Introducción a la Lógica y al Método Científico. Editorial Bell. New York.

Kautsky Karl, (1962). La Crisis de la Sociedad Industrial. Editorial Van Dell Vans. Munich.

Mójica, José Francisco, (1998). La Construcción del Futuro: Concepto y Modelo de Prospectiva Estratégica, Territorial y Tecnológica. Editorial Limusa. Mexico.

Scheler Max, (1960). La Sociología y la Teoría Moderna de los Sistemas. Editorial Clauss. Berna.

Talcott Parsons, Robert F. Bales y Edward A. Shils, (1959). Apuntes sobre la Teoría de la Acción. Editorial Pertions. Lovaina.

JORNADAS NACIONALES DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO 2008: REPENSANDO DESDE LA COMPLEJIDAD, LA CIENCIA, GERENCIA Y TECNOLOGÍA EN EL SIGLO XXI.

A continuación presento el contenido de mayor relevancia de las ponencias presentadas en las “I Jornadas Nacionales de Investigación y Postgrado 2008 Repensando desde la Complejidad, la Ciencia, Gerencia y Tecnología en el Siglo XXI”:
“I JORNADAS NACIONALES DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO 2008 REPENSANDO DESDE LA COMPLEJIDAD, LA CIENCIA, GERENCIA Y TECNOLOGÍA EN EL SIGLO XXI”.
Unefa - Caracas, Venezuela. Mayo 2008.

La Investigación Acción en Proyectos Comunitarios. Dr. Arias Fidias (UCV).

Hoy en día se escuchan los planteamientos sobre la elaboración de proyectos sociales, las comunidades, misiones, organizaciones tanto gubernamentales como no gubernamentales, se abocan a su realización. Recientemente, desde el año 2005 las universidades lo aplican como parte de la formación integral del estudiante. Sin embargo, ya las misiones (Robinson y Ribas) que han sido implementadas por el actual gobierno venezolano lo exigían como requisito para la obtención al título respectivo, por lo tanto, en el trayecto de sus estudios se les exigía el cumplimiento de un proyecto comunitario que ofreciera algún beneficio al sector donde se encuentra.

Sotomayor (2005), señala que: … debería contemplar fundamental lo que hace referencia a las necesidades básicas del individuo, es decir; salud, educación, empleo y vivienda así como otro tipo de necesidades como son la dignidad, autoestima, aprecio, seguridad, consideración, la capacidad de encontrar sentido a la vida y al mundo que nos rodea, etc. (pág. 137).

El tema no es nuevo, o lo es sólo para aquellos que orientan la investigación con el esquema tradicional y no aceptan los cambios sociales que se han venido suscitando desde la Revolución Francesa. Según Murcia (citado por la UPEL, 2002), Paulo Freire hablaba de la investigación participatoria, Augusto Comte precursor de la Ciencia Social acuña con el término sociología la culminación de la pirámide del desarrollo de las ciencias, que se establece en el siglo XIX con el desarrollo del espíritu positivo, donde pretende analizar a la sociedad como un organismo similar a los biomecánicos. Sin embargo, confunde la naturaleza compleja del objeto de conocimiento social, promoviendo la primera visión reductiva de la totalidad social a la unidad sistemática.

K. Lewin en su libro La Investigación –Acción y los Problemas de las Minorías, traducido por Salazar en 1990, señala que el término es una “forma de investigación que podría ligar el enfoque experimental de la Ciencia Social con programas de acción social que respondieran a los problemas sociales” (p. 14); Lewin utilizó el término investigación acción por primera vez en 1944, para referirse a los avances teóricos y cambios sociales, además de permitir un análisis, recolección de información, conceptualización, planeación, ejecución y evaluación de proyectos de acción social. Este proceso de investigación es el requerido en la práctica social caracterizada por una serie de procesos investigativos que permiten esclarecer el quehacer del profesional en el manejo de los problemas sociales o ingeniería social que es una forma de investigación acción. Murcia citado en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (2002) lo relaciona “a diversos esfuerzos por desarrollar enfoques investigativos que impliquen la participación de las personas que hayan de ser beneficiadas de la investigación y de aquellos con quienes ha de hacerse el diseño, la recolección y la interpretación de la información (pág. 306).

Parafraseando a Salazar (1999), la metodología de Investigación Acción Participativa (IAP) se encuentra íntimamente unida a los proyectos sociales que no son otra cosa que el desarrollo de modelos alternativos de planificación, ejecución y evaluación de procesos de transformación social donde ocurre la participación colectiva en la investigación.

La autora antes citada afirma que este método no es nuevo; ha ocurrido fuera de los muros de las universidades y de los círculos académicos a excepción de las universidades en Gran Bretaña y Australia, quienes desde 1970 lo han implementado y recientemente en Colombia donde se han desarrollado proyectos en el área de salud, producción agrícola, ecología y bienestar social, entre otros. Lo que implica que los nuevos profesionales de las diversas áreas para alejarse del positivismo tradicional han impulsado la búsqueda de alternativas de investigación y trabajo comunitario para lograr la transformación social que implica tener una visión del conocimiento y la ciencia para la unidad entre la teoría y la práctica.

Esta postura metodológica tendrá su expansión y éxito en la medida en que los procesos de cambio se logren trabajando y se obtengan acciones colectivas que impliquen realmente la transformación de la situación observada. Desde este punto de vista la investigación acción participativa (IAP) se establece con tres bases fundamentales, una conceptual, una filosófica y una metodológica de transformación y aprendizaje que incluye supuestos filosóficos acerca de la naturaleza del individuo con su relación tanto del mundo físico como social; esta relación deja como efecto el desarrollo del pensamiento creativo y fundamentalmente el aprender haciendo.

De acuerdo a lo antes expuesto, el esquema que permite organizar la información producto de la realización y ejecución de los proyectos sociales, el cual puede variar de acuerdo a las necesidades de la institución a la que se presenta, no pretende ser una camisa de fuerza, sino lo contrario, es flexible y se ajusta a la necesidad del trabajo comunitario se plantea como sigue:

1. Contextualización de la Realidad, donde el investigador conjuntamente con la comunidad objeto de observación, plantean la problemática de la misma, culminando con posibles interrogantes que le permitirán orientar el proyecto social. Igualmente, formulación de los objetivos a lograr en función a la problemática establecida y su respectiva justificación, tal como lo establece el Artículo 23 de la Ley de Servicio Comunitario del Estudiante de Educación Superior (2005) “… el planteamiento del problema, deberá incluir la necesidad detectada en la comunidad, la justificación, los objetivos generales y el enfoque metodológico…” (pág. 8).
2. Marco Referencial, consiste en la determinación de la localización tanto geográfica como contextual del objeto de estudio.
3. Metodología, corresponde a los procedimientos a seguir para alcanzar las metas y objetivos planteados.
4. La Acción, corresponde tanto a la elaboración del plan o planificación para vislumbrar qué va a desarrollarse el cual debe contener la ubicación del tiempo, recursos (humanos, materiales, financiamientos), como la ejecución, es decir, el poner en práctica el mismo, seguimiento y evaluación.

No queda otra cosa que señalar, sino que los proyectos comunitarios o sociales, deben permitir la participación activa de la comunidad donde se realiza, involucrar los consejos locales y comunales como forma de tener acceso a ella, sólo de esta manera existirá la simbiosis necesaria para la producción de bienestar y conocimiento.

Seguridad Integral. Gral. Div. José Humberto Chirinos (Unefa).

La decisión de alcanzar la inclusión de toda la población al pleno goce y disfrute de los derechos humanos y la vinculación de estos derechos con un concepto integral de Seguridad y Defensa no es una decisión de sus gobernantes sino un mandato constitucional aprobado mediante consulta electoral, libre y soberana.

Este mandato está contenido en el Artículo 322 de la Constitución Nacional, y señala lo que sigue:
"La seguridad de la Nación es competencia esencial y responsabilidad del Estado, fundamentada en el desarrollo integral de ésta y su defensa es responsabilidad de todos los venezolanos y venezolanas; también de las personas naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de derecho privado, que se encuentren en el espacio geográfico nacional."

La Seguridad de la Nación venezolana está fundamentada en el desarrollo integral y en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil, condiciones que promueven el goce y ejercicio de los derechos y garantías en los ámbitos económicos, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar, correspondiéndole a la Fuerza Armada Nacional como expresión militar del poder nacional en Venezuela, garantizar la independencia, soberanía nacional y el respeto a los más sublimes principios y valores expresados en el preámbulo y texto de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela como son el establecimiento de una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural, que consolide la libertad, la independencia, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia, el imperio de la ley y el mantenimiento de la paz.

La Fuerza Armada Nacional como parte esencial e indisoluble del Poder Público Nacional, basada en los intereses y objetivos nacionales establecidos para el cumplimiento de las políticas correspondientes a la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo integral del país, da origen y formula el concepto estratégico militar, con la finalidad de proporcionar la dirección estratégica para el funcionamiento y desarrollo de la institución.

En este sentido, se promulgaron las líneas generales del Plan de Desarrollo de la Nación, que toman en consideración el nuevo régimen de seguridad hemisférica cuyo atributo fundamental será su carácter integral y multidimensional, el fortalecimiento de la Soberanía Nacional y la promoción de un mundo multipolar, a través de la estrategia de pluralización, incorporando a la Fuerza Armada Nacional al desarrollo integral de la Nación, mediante el desarrollo de un nuevo modelo que estimule la inteligencia colectiva, el desarrollo económico, la estabilidad política, la integridad social, el desarrollo tecnológico y la ocupación eficiente del territorio y el fortalecimiento de la defensa regional.

Para el fortalecimiento de la defensa regional se desarrollarán iniciativas, particularmente con los países vecinos, encaminadas a construir un marco estable de seguridad y cooperación internacional, inspirados en intereses comunes, que permitan el fortalecimiento de instituciones regionales económicas y hemisféricas militares. En virtud de la cual se hace necesario la promoción de una agenda que contemple los siguientes aspectos:

· La participación en el desarrollo regional.
· La formulación de nuevo concepto de defensa regional.

Artículo 15. “El Estado tiene la responsabilidad de establecer una política integral en los espacios fronterizos terrestres, insulares y marítimos, preservando la integridad territorial, la soberanía, la seguridad, la defensa, la identidad nacional, la diversidad y el ambiente, de acuerdo con el desarrollo cultural, económico, social y la integración. Atendiendo la naturaleza propia de cada región fronteriza a través de asignaciones económicas especiales, una Ley Orgánica de Fronteras determinará las obligaciones y objetivos de esta responsabilidad”.

Artículo 323. “El Consejo de Defensa de la Nación es el máximo órgano de consulta para la planificación y asesoramiento del Poder Público en los asuntos relacionados con la defensa integral de la Nación, su soberanía y la integridad de su espacio geográfico”.

A tales efectos, le corresponde también establecer el concepto estratégico de la Nación. Presidido por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, lo conforman, además, el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional, el Presidente o Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, el Presidente o Presidenta del Consejo Moral Republicano y los Ministros o Ministras de los sectores de la defensa, la seguridad interior, las relaciones exteriores y la planificación, y otros cuya participación se considere pertinente. La ley orgánica respectiva fijará su organización y atribuciones.

El concepto de desarrollo integral se encuentra en el Artículo 4 de la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación, estableciendo que: "El desarrollo integral, a los fines de esta Ley, consiste en la ejecución de planes, programas, proyectos y procesos continuos de actividades y labores que acordes, con la política general del Estado y en concordancia con el ordenamiento jurídico vigente, se realicen con la finalidad de satisfacer las necesidades individuales y colectivas de la población, en los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar."

Las acciones de defensa, cualesquiera sean su naturaleza e intensidad, que en forma activa formule, coordine y ejecute el Estado con la participación de las instituciones públicas y privadas, y las personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras, serán con el objeto de salvaguardar la independencia, la libertad, la democracia, la soberanía, la integridad territorial y el desarrollo integral de la Nación.

El llamado formulado, por el Presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez a todos los venezolanos y venezolanas a defender la paz, la independencia, la soberanía y el espacio geográfico del país tiene su fundamento en esta Ley, establecido de la siguiente forma en sus artículos 5, 6 y 7: “Ante la situación planteada el cumplimiento de la corresponsabilidad en la seguridad y defensa es un deber ciudadano. Alcanzar el pleno goce y disfrute de todos los derechos humanos no depende sólo de las instituciones del Estado, sino de todos los que en esta tierra vivimos”.

La "Defensa Integral de la Nación" sistematiza tres líneas de acción estratégicas y actúa sobre tres objetivos fundamentales:

a) El fortalecimiento del componente militar de la nación con: el incremento de los contingentes militares de tropas en todo el territorio nacional; el mejoramiento óptimo de la capacitación de las tropas regulares y de los batallones de reservistas; la configuración de hipótesis con la posibilidad de un teatro de operaciones militares en algunos puntos vitales de la nación, como en la frontera occidental; el ajuste y la actualización de materiales y equipos de las Fuerzas Armadas, y la compra de nuevo material de guerra, adecuado a las circunstancias de defensa nacional por tierra, agua y aire.

b) La consolidación y ampliación de la unión cívico-militar.

c) La articulación de la masiva participación en la Defensa Integral de la Nación, mediante el incremento de las Fuerzas de Reserva, incluyendo militares profesionales en retiro en tareas de organización popular.

Hay, desde luego, en la nueva doctrina, un trasfondo conceptual para el establecimiento de nuevos códigos y referentes que replanteen la acción militar alrededor de un paradigma esencialmente "defensivo", dentro de una "guerra asimétrica" que incluye la definición de centros de gravedad en todos los ámbitos, el respeto a la institucionalidad y la obediencia al mando único.

La "guerra asimétrica" que combina formas regulares e irregulares, esta presente en la nueva concepción defensiva y es de una absoluta vigencia y de enormes potencialidades porque la ortodoxia militar que alienta la forma convencional de hacer la guerra, esta siendo relegada. Los conceptos de nación en armas, la doctrina de guerra de todo el pueblo y la unidad cívico-militar, están abriéndose paso en la teoría y en la práctica.

Los objetivos puntuales de la defensa integral de la nación se orientan a:

a) La constitución de Consejos Regionales y Locales de Seguridad, como instituciones de control de la reserva y de coordinación con los organismos civiles; b) Mejorar el stock de reservas alimentarías y de otra índole para situaciones de emergencia; y c) El desarrollo de la industria militar venezolana.

Artículo 328 establece el papel que debe desempeñar el sector militar en esa nueva concepción de la Seguridad de la Nación al señalar: "La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y la ley."

De las disposiciones de estos y otros artículos se desprenden claramente las responsabilidades establecidas para todos los venezolanos y para quienes vivan en Venezuela en la Seguridad de la Nación y la condición que se requiere para cumplirla: la unidad cívico-militar. La acción conjunta cívico-militar se perfila como el factor determinante del proceso de cambio social diseñado en la Constitución Nacional.

Para finalizar la democracia y el actual proceso exigen reglas claras para actuar y líneas para el comportamiento ético, elementos fundamentales para lograr el camino de la convivencia y la compresión entre los ciudadanos civiles y militares que tienen una responsabilidad en común: la Seguridad y Defensa de la Nación.

Repensando la Ciencia y la Universidad en el contexto de la mundialización del conocimiento. Dr. Alex Fergunson (UCV).

Son tantos los factores de cambio que atraviesa nuestra sociedad actual, que se hace difícil reconocer en ella las facetas que caracterizaron el mundo de la segunda mitad del siglo XX. Todo parece haberse interconectado, acelerado y vuelto más complejo. Los esquemas sociales, políticos, económicos y culturales que marcaron nuestro pasado inmediato se revelan insuficientes a la hora de entender y actuar sobre el mundo actual. Las problemáticas actuales descubren un panorama sembrado de nuevos retos y nuevas necesidades. La crisis climática, las relaciones interculturales, la paz y la seguridad o las contradicciones del sistema económico y financiero global constituyen sólo algunos de estos nuevos retos y necesidades que vienen de la mano del cambio de paradigma generado por la post-industrialización, la globalización y la era de la información.

Las universidades están profundamente implicadas en estos cambios. Los enseñan, los estudian y los viven en primera persona. Por ello, están atravesando por lo que puede ser uno de los períodos más excitantes y comprometidos de su historia, puesto que todo el proceso de la globalización y los cambios paradigmáticos que con él se producen, abren un horizonte lleno de retos complejos y enormes oportunidades para el futuro. Un futuro en el cuál la educación superior debe encontrar su papel, repensando su vocación más auténtica.

En la emergente sociedad del conocimiento, uno de los retos más importantes se deriva de la comprensión misma de la noción de conocimiento. Mientras se desdibujan las fronteras disciplinares, la misma concepción de conocimiento es objeto de reflexión y redefinición. Necesitamos cada vez más vincular distintas áreas de conocimiento, antes parceladas, para entender problemas complejos. Esto ocurre no sólo en los sectores tecnológicos emergentes sino también en las ciencias humanas y sociales. Estamos pues ante la necesidad de plantear modelos de comprensión holística e interdisciplinar de la realidad y de ampliar el alcance de lo que entendemos por conocimiento.

Es inmediata la necesidad de revisar el rol que juega hoy la educación superior en la sociedad, abordando abiertamente si el conocimiento que se genera mediante la investigación y el que se difunde mediante la docencia es el que se necesita para dar respuesta a los problemas que como humanidad tenemos planteados.

Debatir la idea de conocimiento socialmente pertinente con capacidad de anticipación, planteando un papel proactivo y comprometido para contribuir de un modo efectivo al desarrollo humano y social en esta nueva era, es uno de los objetivos centrales de la Universidades del Siglo XXI.

El primer punto que se desarrollo en esta ponencia se baso en, “Preparar a las nuevas generaciones: el propósito educativo y los planes de estudios de la educación superior para el desarrollo humano y social”, se abordó la necesidad de repensar el propósito educativo y el currículo académico para incluir cuestiones como el desarrollo sostenible, la multiculturalidad, o la formación para la ciudadanía global. Se planteó la necesidad de no sólo preparar buenos profesionales sino de formar a personas para afrontar los problemas contemporáneos para que puedan contribuir de forma efectiva a la transformación y al cambio positivo de las sociedades. Esto requiere una visión interdisciplinar y compleja de la realidad, que aporte conocimiento para facilitar la comprensión crítica del mundo en el que vivimos y de la condición humana.

Como segundo punto se estableció que era necesario, “Renovar la creación del conocimiento. El rol de la investigación en la educación superior: implicaciones y retos para una contribución activa futura al desarrollo humano y social” se debatió en qué grado la investigación científica y la generación de conocimiento están respondiendo a las necesidades sociales, a objetivos colectivos como los de Desarrollo del Milenio, a las necesidades del cambio climático y del desarrollo sostenible y a respaldar la toma de decisiones políticas con implicaciones colectivas, en los contextos nacionales. Para ello, se dijo, hay que buscar un equilibrio entre la contribución al desarrollo económico y la contribución a la solución de los problemas de las personas y las sociedades. Por otra parte se planteó la necesidad de revalorizar la diversidad de misiones institucionales, para superar las actuales tendencias homogeneizadoras que imponen los sistemas de clasificación y rankings internacionales, limitando las acciones localmente pertinentes. Asimismo, se planteó la necesidad de vincular las agendas prioritarias para la investigación en el mundo con las agendas prioritarias para el desarrollo global en el planeta.

Como tercer punto se argumento que era importante, “Mejorar el diálogo entre las instituciones de educación superior y la sociedad: cómo la educación superior contribuye al desarrollo humano y social a través del compromiso cívico”. En ella se ahondó en la necesidad de replantear e impulsar una relación más intensa e interactiva de las instituciones de educación superior con su entorno, especialmente con la sociedad civil. Las universidades pueden involucrarse mucho más como agentes de transformación social integrándose en la vida pública. La educación superior debe coordinarse, desde sus funciones principales, con el resto de las instituciones y agentes sociales para trabajar con colaboración y sinergia, para alcanzar un desarrollo humano, social, equitativo y sostenible.

Por último, el cuarto punto abordo el como, “Transformar las instituciones de educación superior para aprovechar las oportunidades creadas por la globalización: principales retos y respuestas institucionales”, se centró en las propias dinámicas de cambio que afectan a las instituciones de educación superior y el modo en qué éstas pueden ser encaradas. Se aportaron ideas como: la universidad debe preparar a los estudiantes para el mundo que queremos y no para el que tenemos, para lograr esto es esencial la transformación institucional; el papel del liderazgo de las instituciones de educación superior debería estar presente en los debates globales de interés humano y social en el mundo; es necesario articular la voluntad política para que todas estas propuestas puedan ser aplicadas; deben buscarse fórmulas para evitar el éxodo de talentos y estimular a las personas que han emigrado a cooperar con sus estados nacionales de origen; las redes son hoy claves para cumplir estas misiones.

Otro de los contenidos de esta ponencia fue acerca de las “Perspectivas regionales sobre el rol de la educación superior para el desarrollo humano y social: principales retos y tendencias emergentes”. Esta sesión permitió ver cuál es el contraste y la necesaria evolución del planteamiento global, hacia la acción regional y nacional. No en todas las regiones del mundo se ven iguales retos, problemas y oportunidades, pero en todas se da el consenso sobre la necesidad de replantear el papel que hoy juega la educación superior para fortalecer su misión de servir al bien común y las cuestiones contemporáneas y futuras de desarrollo humano y social.

Considero que esta ponencia genero espacios de participación e interacción sobre el papel de la educación superior en temas como: ética y valores, género, paz, ciudadanía, participación, tecnologías educativas, desarrollo sostenible, democracia y multiculturalidad.

Estos espacios para la reflexión deben impulsar un debate sobre el rol que la educación superior puede y debe jugar en el mundo globalizado, tecnificado e hiperconectado del mañana; subrayando el compromiso con una perspectiva integral e integradora, ética y equitativa, humana y social del concepto de desarrollo.

Epistemología y Metodología Cualitativa en las Ciencias Sociales. Dr. Miguel Martínez (USB).

La reflexión epistemológica esta presente en la actividad cotidiana de investigación, aunque el investigador la lleve a cabo sin darle este nombre al plantearse interro­gantes acerca de las características del objeto o de los fenó­menos que analiza, acerca de los métodos con que accederá a ellos, acerca de las teorías que los comprenden o de las que será necesario crear para dar cuenta de determina­dos as­pectos de la realidad que parecen rebelarse ante cual­quier interpretación posible otorgada por las teorías existen­tes. Del hecho de que la epistemología contemporánea es, cada vez en mayor medida, obra de los propios científicos, que tienden a ligar los problemas de fundamentación al ejercicio de sus disciplinas, se puede disociar la epistemología de la metafí­sica delimitando metódicamente su objeto.

Hablo de reflexión epistemológica y no de epistemología porque ésta aparece como una disciplina acabada, resultado del pensamiento de un filósofo que piensa desde un ahora y para siempre las reglas que han de regir todo tipo de proceso de conocimiento, condicionando su validez.

La reflexión epistemológica tiene carácter filosófico en la medida en que se entienda que dentro de la investigación científica, que en realidad no es practicada por algo abstrac­to (la ciencia), sino por hombres vivos, tiene lugar no po­cas veces un filosofar oculto; este filosofar es un empeño razo­nable e incluso necesario, del que no se puede en modo alguno dispensar el hombre que verdaderamente vive en el espí­ritu o, sencillamente piensa.

En este sentido, lo que considero necesario es que al em­prender esta reflexión epistemológica nos liberemos de los dogmatismos de las epistemologías que suponen que la naturale­za ontológica de lo conocido determina la existencia de una sola forma legí­tima de conocer. Entonces, desprendidos de esta suerte de obs­táculos cognitivos, podremos emprender una refle­xión epis­temo­lógica ligada al quehacer filosófico si aceptamos que en la filo­sofía las preguntas son más esenciales que las respuestas, y toda respuesta se con­vierte en una nueva pregunta.

Esta reflexión epistemológica que es de primer grado porque la realiza el científico respecto de su propia actividad y no el filósofo sobre la actividad del científico tiene como obje­tivo, la elu­cidación de los paradigmas presentes en la producción socioló­gica.

De la existencia de esta reflexión epistemológica resultan los si­guientes dos supuestos sobre los que es necesario hacer acotación:

1) Los interrogantes epistemológicos no son comunes a todas las disciplinas científicas y sus res­pues­tas no confi­gu­ran un saber a priori a partir del cual se enca­ra la activi­dad de investigación científica. Por el con­trario, estos inte­rro­gantes surgen del acervo de conocimiento de cada disci­plina en rela­ción con la práctica cotidiana de la investiga­ción.
2) La práctica de la investigación sociológica nos muestra la presencia simultánea de una plura­li­dad de métodos cuya aplicación es posible con el fin de co­nocer un determinado objeto o fenómeno social.

Las ciencias no poseen una estructura común, no hay elementos que se den en toda investigación científica y que no aparezcan en otros dominios. La investigación con éxito no obedece a estándares generales; ya se apoya en una regla, o en otra, y no siempre se conocen explícitamente los movimientos que la hacen avanzar. Una teoría de la ciencia que apunta a estánda­res y elementos estructurales comunes a todas las actividades científicas y las autorice por referencia a alguna teoría de la racionalidad del quehacer científico, puede parecer muy importante pero es un instrumento demasiado tosco para ayudar al científico en su investigación. No puede haber ninguna teo­ría del conocimiento y de la ciencia que sea a la vez adecuada e informativa prescindiendo de qué ingredientes sociales, eco­nómicos, quiera uno añadir a la teoría. El mundo en que vivimos es demasiado complejo como para ser comprendido por teorías que obedecen a principios generales epistemológicos.

Tales consideraciones me llevan a pensar que es imposible una teoría de la ciencia en virtud de que sólo exis­te un proceso de investigación, ya que hay todo tipo de reglas empíricas que nos ayudan en nuestro intento de avanzar. Estas reglas tienen que ser siempre examinadas para asegurar que siguen siendo útiles.

La ciencia puede, y de­be, regirse según reglas fijas y universales, es a la vez irrealista y pernicio­sa. Es irrealista porque supone una visión demasiado simple del talento de los hombres y de las circunstancias que animan, o producen, su desarrollo. Y es perniciosa porque el intento de reforzar las reglas esta condenado a incrementar nuestra calificación profesional a expensas de nuestra humanidad. Ade­más, semejante idea es perjudicial para la ciencia misma por­que olvida las complejas condiciones físicas e históricas que influyen sobre el cambio científico.

Aunque acepto la aseveración del hecho de que la imposición de cá­nones estrictos y de dogmas rí­gidos al proceso de investiga­ción obstaculizan el desarrollo cientí­fico futuro, no concuerdo con la suposición de que la cien­cia reclama una epistemo­logía anarquista. La eluci­dación de los paradigmas presentes en el quehacer sociológico nos con­ducirá, más bien, a buscar la relación profunda entre és­tos y las diversas reflexiones epistemológicas que suscitan.

La realidad de las diferentes prácticas científicas reside en su distinción, cada una tiene su propio objeto, su teoría, sus métodos y su desarrollo desigual; sin embargo, estas dife­ren­cias son reabsorvidas por el supuesto en que se funda una ciencia de las ciencias o una filosofía de las ciencias.

Para superar las discusiones académicas, es necesario someter la práctica científica a una reflexión que, a diferencia de la filosofía clásica del conocimiento, se aplique no a la ciencia hecha, ciencia verda­dera cuyas condiciones de posibilidad y de coherencia, cuyos títulos de legitimidad sería necesario establecer, sino a la ciencia que se está haciendo. Esa tarea de carácter epistemo­lógico consiste en descubrir en la práctica científica misma, el pasaje de una aproximación más lejana a otra más cercana a la realidad.

De tal modo, los interrogantes acerca de cómo es posible el conocimiento científico en general son sustituidos por aqué­llos referidos a cuál es la forma, mediante qué procesos una ciencia en espe­cial pasa de un conocimiento limitado o insufi­ciente o un conocimiento considerado superior no por ser apli­cado a mayor número de objetos sino por introducirse más pro­fundamente en las peculiaridades de los fenómenos y de los objetos.

La reflexión epistemológica que emerge y que hoy se esta haciendo, es la que se caracteriza por la convergencia metodoló­gica, por la pluralidad de métodos utilizados a fin de obte­ner distintos puntos de vista sobre el objeto o fenóme­no bajo estudio y a partir de diversas fuentes de conocimiento.

Un científico que desee maximizar el contenido empírico de los puntos de vista que sustenta y que quiera comprenderlos tan claramente como sea posible, tiene que introducir otros puntos de vista; es decir, tiene que adoptar una metodología plura­lis­ta. La tarea del científico no ha de ser por más tiempo "la búsqueda de la verdad", "la sistematización de la observacio­nes" o "el perfeccionamiento de las predicciones". Todos estos no son sino efectos marginales de una actividad que consiste en hacer de la causa más débil la causa más fuerte.

La ciencia en su mejor aspecto, esto es, la ciencia en cuanto es practicada por los científicos, es una habilidad, o un ar­te, pero no una empresa racional que obedece a estándares i­nalte­rables de la razón y que usa conceptos bien definidos, esta­bles, objetivos y por eso también independientes de la prácti­ca.

La idea de un método que contenga principios firmes, inaltera­bles y absolutamente obligatorios que rijan el quehacer cien­tífico, tropieza con dificultades considerables al ser con­fron­tada con los resultados de la investigación histórica.

La intención no es sustituir un conjunto de reglas generales por otro conjunto de reglas, sino producir el convencimiento de que todas las metodologías, incluidas las más obvias, tienen sus límites.

El método científico es un método que busca el riesgo; cual­quiera que persevere en una investigación se ve obligado, tar­de o temprano, a cambiar de método. El pen­samiento cien­tífico, al ser un pensamiento com­prome­tido pone constantemente en jue­go su propia constitución. La razón que acentúa el valor de los métodos múltiples es el hecho de que cualquier crisis pro­funda en el método es inmediatamente una conciencia de la re­organización del método. La multiplicación de métodos, al ni­vel que trabajan estos métodos, no puede perjudicar la unidad de la ciencia. En la ciencia moderna la condena de un método supone inmediatamente la propuesta de un nuevo método; cam­biando de métodos la ciencia se convierte cada vez en más me­tódica.

Respecto de la sociología el cambio de método no supone nece­sa­riamente la exclusión de otros sino en la medida en la que éstos presenten limitaciones en relación con el fenómeno que se analiza. La aseveración de que sólo un tipo de metodolo­gía, la cuantitativa o la cualitativa, u otra, cumple con los requi­sitos de objetividad y validez, cabe únicamente en el con­texto de los supuestos de:

a) alguno de los paradigmas pre­vale­cientes en la sociolo­gía y de la reflexión epistemológica que de su apli­ca­ción se deriva y
b) el no reconocimiento de que esos para­dig­mas coe­xisten y no son excluyentes.

El paradigma presupuesto en la aplicación de una determi­nada teoría, o en la negación a utilizar o verificar teoría alguna en la investigación científica realizada por los soció­logos, podría ser determinado intentando responder a los si­guientes interrogantes:

¿Desde qué, con qué y con quién?

Este interrogante alude a la cosmovisión filosófica del soció­logo que determina su opción a favor de otros paradigmas y/o teorías a los que adopta, adapta, o crea, de acuer­do o en di­sidencia con otros pensadores predecesores o con­tempo­rá­neos.

Las concepciones del mundo son interpretaciones de la realidad que expresan el sentido y significado de la vida y en la es­tructura de la visión del mundo siempre se halla contenida una relación interior de la experiencia de la vida con la imagen del mundo, relación de la que se puede derivar siempre un ideal de vida. Esa experiencia comprende, en el contexto de cada sociedad en un momento determinado, un sis­tema cognitivo de referencia, un acervo social de conoci­miento, que supone categorías pro­pias de un determinado estado de la ciencia con el que el investigador se enfrenta y respecto del que hace opciones de acuerdo con su particular visión del mundo, ya se privilegie respecto de ésta el plano individual, el colectivo o ambos.

Todos estos aspectos no se tienen en cuenta, por lo general, cuando se opta a favor de una teoría sociológica consolidada como paradigma respecto de la que, por su éxito, se considera que es aplica­ble a todo fenómeno independientemente de sus circunstancias espacio-temporales. Cuando esto es así surge la sospecha de que el pretendido éxito se debe al hecho de que la teoría, al extenderse más allá de su punto de partida, se ha convertido en una rígida ideología.

La elección a favor de uno o varios paradigmas, o de una o varias teo­rías sociológicas consolidadas como tales supone la adopción, en todo o en parte, de las leyes, los métodos, los conceptos, las construcciones auxiliares implícitos en el o en los paradigmas adoptados. Esto mismo es aplica­ble en el caso de que se reflexione epistemológicamente acerca de los para­digmas vigentes en la producción sociológica de otros so­ciólo­gos.

¿Cómo?

Esta pregunta refiere al modo, manera o método utilizado por el investigador para aproximarse al conocimiento de los fenó­menos sociales.

La elección de un método de investigación supone una de­cisión a favor del paradigma que incluye a esa estrategia o a ese instrumento como forma posible de acceso a la realidad, es decir, que los métodos de investigación representan a los diferentes medios de operar sobre el contexto del científico.

Cuando la elección es a favor de más de un paradigma puede haber convergencia metodológica siempre y cuando se mantenga la coherencia respecto de los criterios de validez presentes en cada paradigma, ya que esos criterios no pueden integrarse del­ mismo modo en que se intentan integrar los resultados de la aplica­ción de los distintos métodos.

¿Con qué?

Esta interpelación alude al instru­men­tal conceptual que utili­za, o crea el sociólogo para interpretar a los fe­nóme­nos que es­tudia.

Esos conceptos pertenecen, por lo general, a una determinada teoría consolidada como paradigma que determina, respecto de dichos conceptos, su ámbito de aplicación, su relación con otros conceptos, definiciones, hi­pótesis, de esa teoría. En razón de que los distintos paradigmas se crean, en un pri­mer momento, como teorías que in­tentan dar cuenta de un con­junto de fenómenos de una socie­dad ubicada histórica y geográ­ficamente es importante poner de resalto las peculiaridades de las condiciones de cre­ación de los conceptos de ese paradigma a fin de evaluar la posibilidad de su apli­cación. La división clásica que separaba la teoría de su aplicación igno­raba esta necesidad de incorporar las condiciones de aplica­ción en la esencia misma de la teoría.

¿Cuándo y dónde?

Esta pregunta se refiere tanto a la sociedad, deter­minada en tiempo y espacio, a la que pertenece el investigador que crea la teoría, o que la aplica, como a aquélla en la que suceden los fenómenos que se analizan. De este modo, los lo­gros, la capacidad interpretativa, las sugerencias, el valor de un pa­radigma tienen que medirse en relación con las cir­cunstancias de su creación, con su base histórica, más que en vinculación con situa­cio­nes futuras desconocidas. La teoría de la socie­dad debe permanecer consciente del contexto en que ha surgido y del puesto que le compete en relación con nuestra actuali­dad; tam­bién las categorías universalistas, por fuertes que sean, tie­ne un nú­cleo histórico y temporal.

¿Para qué?

Esta interrogación apunta a los objetivos, a las miras del investigador en relación con su actividad. De esta forma, su finalidad puede radicar tanto en conocer como en cam­biar la rea­lidad, ya sea por medio de la verificación, puesta a prue­ba, superación, cuestionamiento y/o creación de teorías o pa­radig­mas. Todo estudio sociológico conserva siempre el carác­ter de una apuesta explícita o implícita, teórica y práctica a la vez: teórica desde el punto de vista de la máxima adecua­ción posible al objeto en estudio, y práctica desde el punto de vista de su posibilidad de transformar la sociedad (o, por el contrario, de impedir toda transformación de ésta). En este sentido, la actividad de los soció­lo­gos no di­fiere de la realizada en el ámbito de otras disci­plinas; de allí, que la respuesta a este interrogante deba ser objeto de una reflexión epistemológica que se realice a partir de su pro­pia actividad.

El acto de conocimiento por medio del cual el sociólogo a­prehende un fenómeno individual, como experiencia, tiene lugar en el marco de un contexto histórico y so­cial que determina su sistema cognitivo de referencia y el sentido de sus elecciones a nivel de la acción social. Así, la experiencia surge siem­pre junto con las suposiciones teóricas, no antes que ellas.

¿Qué?

Esta pregunta remite a cuáles son los he­chos, a­con­teci­mien­tos, procesos, realidades que estudia el investigador en el marco de una de­termina­da sociedad.

La respuesta a este interrogante se asocia profundamente, en­tonces, con el análisis de ese fenómeno social en un determi­na­do contexto de manera de ver tanto las relaciones y depen­den­cias respecto de éste, como respecto de otros fenómenos con los que interactúa dentro del mencionado contexto. Estos fenó­menos estudiados por el investigador constituyen, en la reali­dad empírica, el ámbito de aplicación de los conceptos cuando explicite la respuesta a la pre­gunta ¿con qué?.

Los paradigmas serían, así, los marcos teórico-metodológicos de interpretación de los fenómenos sociales creados y/o adop­tados por los científicos sociales de acuerdo con los siguien­tes supuestos: 1) una cosmovisión filosófica, 2) la determinación de una o va­rias formas o estrategias de acceso a la realidad, 3) la adop­ción o elaboración de conceptos de acuerdo con la o las teo­rías que crea o supone, 4) un contexto social, 5) una forma de compro­miso existencial y 6) una elección respecto de los fenó­menos sociales que analiza.

De acuerdo con esta noción de paradigma podría suponerse que todas las teorías sociológicas constituyen paradigmas. Pero esto no es así; sólo algunas teorías alcanzan el status de paradigma: aquéllas cuya referencia ya sea para confirmar­las, refutarlas, negarlas o superarlas es recurrente en la produc­ción sociológica. Los paradigmas se originan, por lo general, en una teoría, pero presuponen una pluralidad de e­llas. Sin embargo, esto no significa que esa teoría sea una teoría gene­ral del conocimiento científico hábil para justificar la pre­sencia de todos los paradigmas. La reflexión epistemológica surge de la práctica de la investigación cien­tífica es a partir de ésta, y no siguiendo el camino inverso, que los investigadores:

a) se plantean interrogantes acerca de los pa­radig­mas que pre­suponen y
b) justifican la legitimi­dad de su uti­li­zación a través de elaboraciones de carácter epis­temo­ló­gico.

Para esta reflexión considero, que la complejidad no es originaria sino derivada­ del carácter múltiple y de la variada naturaleza de los obje­tos y fenómenos sobre los que se centra la investiga­ción so­ciológica, de allí la justificación de la necesidad de la con­vergencia metodológica, pues el verdadero método se adapta a la natu­raleza de las cosas so­me­ti­das a la inves­tigación.

Educando para un mundo mejor. El Ego Patriarcal. Dr. Claudio Naranjo (Universidad de Chile).

Algunas de las reflexiones realizadas por el Dr. Claudio Naranjo se enmarcan en sus trabajos desarrollados para los “Programas SAT para el desarrollo personal y profesional”. El sistema educativo actual es aquel a través del cual el sistema social se perpetúa; es decir, un órgano reproductor de la conciencia colectiva, que opera a partir de un supuesto implícito de que existe el mejor de los mundos y que conviene perpetuar sus formas de pensar y vivir. Pero una vez que nos percatamos de los innumerables problemas sociales, que hoy en día nos ha llevado a lo que parece ser el borde de un abismo, los cuales no son independientes unos de otros, sino que tienen relación con un problema de subdesarrollo psicoespiritual, llegamos a la siguiente reflexión: si tenemos el mundo que tenemos porque somos tan limitados como somos, debemos concluir que tenemos el mundo que tenemos porque no tenemos otra educación que la que hoy impera.

Encandilados por la retórica del progreso no nos damos cuenta cuánto se va empobreciendo nuestra vida afectiva y emocional en el mundo moderno, y que mientras más se enriquece el mundo con los descubrimientos de la ciencia y la tecnología, más se empobrece la mayoría de la gente, no sólo en términos económicos sino en términos de calidad de vida. Así, mientras avanzamos con el progreso, el mercado nos atrapa cada vez más, llevándonos a una implícita esclavitud en que tenemos menos tiempo para vivir, para estar con nosotros mismos y con nuestros semejantes, para leer, gozar de la naturaleza o del arte o para conocernos mejor.

Pero si la educación ha servido para la socialización, para la domesticación de la mente, para el adoctrinamiento al servicio de que nos parezcamos lo más posible a nuestros antecesores, es posible concebir que la educación reformule algún día sus objetivos y ponga el desarrollo por encima del status quo.

Querer más de lo mismo nos parece noble y patriótico, y no vacilamos en considerarlo una expresión de nuestro amor. Pero estamos en una crisis de obsolescencia, en que la persistencia del espíritu patriarcal nos ha acompañado desde los inicios de la civilización hasta nuestros días.

Podemos entrever que la respuesta a nuestros innumerables males ya no esté al alance de la política, y que nuestra esperanza deba cifrarse en la conciencia misma de las personas.

¿Pero cómo concebir que pueda ser elevada, profundizada o ampliada la conciencia de las personas en forma masiva sino a través de la educación?

Actualmente tenemos no sólo una sociedad patriarcal sino una educación patriarcal. Es claro que lo que hoy en día llamamos educación no es sino enseñanza que a su vez se ocupa predominantemente del traspaso de información, y ni siquiera de una formación intelectual profunda. Una educación completa debería contemplar un aspecto interpersonal o afectivo al que la UNESCO se refiere como un “aprender a convivir”; y una educación que contemple al ser humano completo debería igualmente tomar en cuenta la función instintiva de la mente, corrigiendo una actitud anti–instintiva intrínseca a la sociedad patriarcal que hemos conocido desde los albores de la vida civilizada.

En otras palabras debe la educación ocuparse no sólo de la capacidad de las personas para establecer vínculos afectivos sanos con sus semejantes, sino que también ocuparse del cultivo de la libertad, e interesarse en la felicidad de los educandos. Pero eso no es todo es necesario que la educación vuelva a interesarse en ese aspecto profundo de la mente del que depende el sentido de la vida y la armonía de nuestras partes interiores eso que tradicionalmente se ha llamado espíritu, y al que la UNESCO ha querido llamar la atención señalando que no sólo interesa que se aprenda a hacer, a aprender, y a convivir, sino que también a “ser”.

Si tomamos en serio la recomendación de UNESCO del velar porque la gente aprenda (entre otras cosas) a convivir, debemos de tener presente que ello no es algo que vaya a suceder espontáneamente a través de la oportunidad de interacciones grupales o comunitarias, sino que requiere asociarse al propósito de sanar el mundo emocional de las personas, pues es éste el que subyace tanto a las relaciones con los demás así como a la relación de las personas consigo mismas.

Por sanar nuestro mundo emocional se debe recuperar nuestra capacidad amorosa natural, y ello conlleva a desaprender patrones conductuales destructivos que se han adoptado en la infancia en reacción a las dificultades psicológicas de los familiares y a los reveses de la suerte.

El proceso vivencial del auto-conocimiento, es ya una de las componentes de esa transformación afectiva que constituye lo terapéutico, y que es al mismo tiempo un proceso de purificación, es decir en que aspectos disfuncionales de la vida emocional van siendo desactivados a través de la comprensión. Pero el auto-conocimiento no lo es todo, también es necesaria la catarsis de emociones infantiles reprimidas, que no sólo deben ser recordadas sino que plenamente sentidas es decir, vividas a través de una profunda inmersión en ellas; y es necesario, también, el desaprender las conductas automáticas o habituales a través de las cuales nuestras “emociones negativas” se han expresado.

Abundan recursos para la educación del corazón en los campos de la psicoterapia y de la espiritualidad, pero el ideal no debe ser el de una simple importación de tales recursos a las escuelas, sino el de una asimilación más compleja, una integración original de éstas en una nueva síntesis o, si se quiere, una transferencia de tecnologías suficientemente profunda como para que no sean necesarias la terminología ni las fórmulas visibles de psicoterapia o religión.

Lo fundamental, para que sea posible una acción educativa, no serán las técnicas o siquiera las ideas especializadas, sino una comprensión vivida de ciertas cosas; es decir, el que los profesores del futuro hayan adquirido una cultura terapéutica y espiritual a través de una experiencia de primera mano en tales ámbitos. Sin embargo, convendría a la pedagogía del amor la elaboración de un laboratorio terapéutico específicamente encaminado al fomento de una generación más benévola, piadosa y gozosa que la nuestra.

A lo largo de esta reflexión se han usado tres palabras en referencia a los tres amores o tres facetas del amor que se asocian a la experiencia de nuestro aspecto materno y caritativo, nuestro aspecto paterno o valorativo y nuestro aspecto filial instintivo.

Incluso se dice que para ser plenamente efectiva la cura del corazón sea indispensable ocuparse al mismo tiempo de la cura de la instintividad, y tener en cuenta así mismo la estrecha relación entre emociones y cuerpo que implica reconocer el gran apoyo que encuentra la optimización de lo emocional en el conjunto de recursos a los que se alude comúnmente como”trabajo de cuerpo”, “trabajo psico-corporal” o “terapias corporales” y cuyo territorio pudiera describirse como el aspecto interior o sutil de los deportes.

Pero más allá de la salud del movimiento interesa la salud de ese principio regulador de la acción para lo cual continúa siendo útil el concepto de instintividad. Y si el propósito fundamental de la educación afectiva es el desenvolvimiento del potencial amoroso de las personas – clave a su vez de las buenas relaciones interpersonales – la cura de la instintividad es un proceso de liberación. Y a través de la historia de la psicoterapia han ido entrelazados estos dos aspectos la liberación de la espontaneidad y el despertar del amor, procesos paralelos de optimización que operan en dos provincias diferentes de nuestro ser: una maternal y otra instintiva, tanto animal como infantil, que se orienta según el “principio del placer” y la libre y creativa búsqueda de la felicidad.

Después de reflexionar algunos aspectos cognitivos, afectivos de lo que pudiera ser una “educación para el tercer milenio”, sería hora de abordar aquello a lo que seguramente quiere aludir la UNESCO con una educación encaminada al “ser” que según el “modelo piramidal” sería la clave al equilibrio.

Se ha reflexionado hasta ahora de cómo la escolarización haría bien en fomentar el aprendizaje y la maduración de capacidades afectivo-relacionales, de sanar la vida instintiva y de atender a la relevancia del cuerpo como apoyo al desarrollo.

La implementación de un currículum suplementario sugerida por el Dr. Claudio Naranjo viene a constituir la suma de una propuesta respecto al auto-conocimiento, las relaciones humanas y el cultivo de la mente más allá del intelecto lo que sólo podría concebirse junto a una simplificación correspondiente del currículum de enseñanza tradicional.

Los planteamientos de Edgar Morin acerca de la prioridad de ciertos saberes sobre la mera información, así como los recursos audio-visuales y la tecnología de computación y comunicación, logren hacer posible la reducción de las horas que actualmente se dedica al currículum científico, para que así los estudiantes tengan el tiempo necesario para un currículum vivencial, y para que los profesores puedan también tener el tiempo necesario para asumir una función propiamente educativa.

También la transformación de la educación patriarcal en una educación integrativa y transpersonal habrá de esperar a que las autoridades pertinentes superen el tabú aún imperante ante lo terapéutico y ante lo espiritual en la educación, naturalmente. Pues, dado que los actuales profesores no tienen ni la formación personal ni la preparación profesional para llevar a cabo una educación transformadora, el proyecto de transformar la educación existente deberá pasar por un cambio de paradigma de la formación que reciben los docentes ya sea en las universidades, en las escuelas y a través de programas de formación continua.

Tales aportes del Dr. Naranjo se han cristalizado en los trabajos realizados con los grupos en los que ha demostrado una eficiencia a través de los “Programas SAT para el desarrollo personal y profesional”.

La Universidad y las Comunidades. Dra. Emme Betancourt (Unefa).

Es frecuente reconocer en la universidad la importancia del trabajo con la comunidad para darle sentido de relevancia a la docencia y a la investigación y para contribuir al desarrollo social. En la relación asistencialista de la universidad hacia la comunidad, esta es un proveedor de formulas remediales y puntuales a los problemas comunitarios, promueve transformaciones de las visiones del colectivo, garantiza la continuidad de las intervenciones que lleva a cabo y aprende de la experiencia de trabajo con la comunidad.

Por otro lado, cuando la universidad se plantea superar este nivel de relación, no hay precisión de algunas cuestiones conceptuales y operativas que es necesario considerar y de algunas limitaciones de la universidad y de la comunidad que es necesario resolver, a los fines de lograr exitosamente el modelo de vinculación entre ambas.

La vinculación de las instituciones universitarias en Venezuela con las comunidades, se inició al comienzo de los años ochenta en el siglo pasado, en un intento de demostrar su pertinencia para contribuir a la solución de problemas sociales en áreas como la salud, la educación, la vivienda o la organización comunitaria. Estas actividades se denominaron de extensión y estuvieron marcadas principalmente por una orientación asistencialista y por constituir iniciativas puntuales de algunos profesores o departamentos de las universidades hacia las comunidades.

Pero en vista de la importancia académica y social que estas actividades fueron alcanzando en el curso de los años, en 1991 se crearon las Comisiones de Extensión que se propusieron organizar y promover en todas las universidades el trabajo general de extensión con las comunidades y con otros sectores sociales tales como organizaciones no gubernamentales, gobiernos municipales, empresas privadas, entre otros. En 1996, se cambió a Direcciones de Extensión Universitaria y, luego, en el 2000, se constituyeron, adicionalmente, los Consejos de Extensión, los cuales tienen la responsabilidad de elaborar los lineamientos generales de la extensión universitaria.

El trabajo con las comunidades puede clasificarse como intramuros, el que se lleva a acabo en el interior de las escuelas universitarias o en algunas otras dependencias de la institución como los institutos de investigación, que por la naturaleza de sus fines brindan servicios en salud, educación u otros campos; o el extramuros, que refiere al traslado de la cooperación universitaria al seno de la comunidad. También puede agruparse en trabajos con comunidades urbanas, rurales o poblaciones indígenas, cuya selección depende de las facilidades con que se cuente para insertarse en uno u otro tipo. En términos generales, este trabajo con las comunidades se estructura en varios programas a través de los cuales se abordan temáticas variadas como salud, producción, economía, desarrollo físico, energía, comunicaciones, biodiversidad y ambiente, alimentación, niños de la calle, educación, turismo, desarrollo comunitario.

Los logros tienen que ver con los aportes y beneficios que supone el vínculo entre la universidad y la comunidad. En ese orden de ideas hay que señalar, en primer lugar, que tal alianza ha permitido a las universidades acceder al espacio comunitario, el cual representa un ámbito de construcción de experiencia, conocimiento y formación, lo que es en sí mismo un aporte singular.

En efecto, las actividades académicas en la comunidad permiten la permanente actualización tanto de la teoría como de la metodología, en cuanto que ofrecen un espacio permanente de validación puesto que facilita la observación de los efectos de las acciones que se ejecutan, la identificación de nuevos problemas y situaciones que demandan la actualización teórica y metodológica. Por ejemplo, el estudio de la familia en comunidades rurales, exige adaptar los métodos convencionales de recolección de información a las variaciones que suelen ocurrir en el tamaño del grupo familiar durante el momento de la entrevista. Y el estudio y satisfacción de la necesidad de vivienda en comunidades pobres, plantea el reto del desarrollo de concepciones alternativas sobre la vivienda que incorpore como un activo el capital social de la comunidad para la producción del hábitat, para el ejercicio de la contraloría social y para la gestión de su desarrollo. Todo esto, por supuesto, beneficia de manera significativa el crecimiento de las diferentes disciplinas involucradas y de las propias comunidades.

Por otro lado, dicha relación ha facilitado también la aplicación del conocimiento a la solución de problemas concretos de las comunidades que, en muchos casos, representan fuentes de conocimientos factibles de incorporarse al diseño de políticas públicas y modelos de desarrollo. Este potencial de aplicación cobra particular importancia por cuanto los problemas de las comunidades trascienden su propio ámbito y afectan dimensiones sociales, ambientales y económicas de la sociedad en su totalidad. Por ello, se hace necesaria la implementación de políticas públicas que puedan abordar estos problemas de forma integral, enfoque al que la experiencia universitaria en la comunidad puede brindar un magnífico aporte.

Así mismo, el vínculo con la comunidad representa un excelente escenario para la formación del recurso humano. Podríamos decir que sin esta posibilidad, buena parte de la formación profesional de los estudiantes, así como también la de los docentes, se vería disminuida. En efecto, el contacto directo con un contexto complejo por la multiplicidad de problemas que enfrenta y por la variedad de condicionantes que influyen, proporciona una visión complementaria y crítica de la realidad social que se torna indispensable para la labor de cualquier profesional, especialmente para los provenientes del campo de las ciencias sociales.

Igualmente, para los pobladores de la comunidad también se producen beneficios. La relación directa y participativa con la universidad es sin lugar a dudas una oportunidad especial de aprendizaje: hay transferencia de conocimientos y desarrollo de destrezas que son de enorme utilidad para el fortalecimiento de la gestión de la comunidad; hay fortalecimiento de la organización y del liderazgo y del proceso de participación, pero sobre todo se crean condiciones para la transformación de los sujetos comunitarios en actores de mayor potencia reflexiva y crítica y con más voluntad para actuar como gestores de cambio.

Dentro de este panorama positivo se confronta, sin embargo, algunas ausencias y limitantes que dificultan el desarrollo del trabajo comunitario. Una primera ausencia es no contar con una evaluación sistemática y detallada de lo hecho hasta ahora. Esto dificulta conocer con precisión cuáles son los aciertos y desaciertos producidos, pero se reconoce que es un asunto de necesaria y urgente atención. Una segunda carencia es no haber configurado nexos y redes con otros agentes que también desarrollan actividades comunitarias. Aún cuando las experiencias de trabajo con la comunidad se han difundido y discutido en el propio ámbito académico, no se ha estimulado el debate con experiencias y conocimientos provenientes de otras organizaciones (públicas, privadas, religiosas), aún cuando se sabe que éstas han desarrollado una intensa labor con las comunidades a lo largo de muchos años. Esta ausencia impide enriquecer el conocimiento constituido con otras conceptualizaciones y desfavorece la posibilidad de ser más eficiente a través de las alianzas con estas entidades.

Finalmente, otra debilidad que se enfrenta es no abordar interdisciplinariamente los programas en la comunidad. El trabajo comunitario exige el abordaje de su objeto desde múltiples conocimientos y especializaciones y si bien se han hecho esfuerzos por dialogar horizontalmente con el saber comunitario, no se ha hecho lo mismo respecto al diálogo con otros profesionales y otras disciplinas. La práctica demuestra, insistentemente, que cuando se conforman equipos interdisciplinarios, se disminuyen las dificultades que obstaculizan la realización de las actividades. Es evidente que urge discutir este problema y elaborar proposiciones, para incorporar en los proyectos comunitarios las estrategias y contenidos necesarios que lleven a superar esta debilidad.

Con respecto a las condiciones limitantes del trabajo comunitario, se debe mencionar en primer lugar que el trabajo de la universidad con la comunidad no es el resultado de la decisión de la institución de adoptar una política para promoverlo. Más bien ha sido producto de la iniciativa de algún profesor o de algunos profesores, o cuando más de algunas asignaturas o departamentos. Esta situación ha implicado que la programación de actividades en la comunidad no forme parte de la planificación académica regular ni tenga mucha importancia en la planificación del presupuesto universitario.

En el caso de la planificación académica se observa que el trabajo comunitario no genera créditos para los estudiantes en gran parte de las carreras universitarias, ni reconocimiento como actividad académica primaria para los profesores. Por otro lado, tampoco se ha desarrollado una normativa precisa que regule su inserción en la programación de la investigación y de la docencia de los departamentos.

Otra limitación tiene que ver con la escasa formación del estudiante en el área comunitaria, lo cual cobra particular importancia en nuestro contexto porque las actividades comunitarias se ofrecen en los últimos semestres de la formación profesional. Esta limitante demanda socializar el rol del estudiante universitario para el trabajo en la comunidad, lo que requiere, entre otras cuestiones, el aprendizaje de una epistemología basada en el diálogo y la horizontalidad, que facilite la co-construcción de los nuevos conocimientos que emergen de la experiencia. El papel para el cual el estudiante se forma durante su estancia en la universidad, resulta más bien contrapuesto a esta perspectiva, por cuanto fortalece una relación diferenciada hacia la comunidad, basada en la experticia del académico que se ubica por encima del conocimiento del propio grupo.

También se encuentran limitaciones en lo que concierne a la actuación de las comunidades. Continúa haciéndose presente una visión estereotipada del universitario, al cual se le atribuye un saber y una capacidad superior. Ello genera, no pocas veces, la colocación de demandas por parte de miembros de la comunidad, vinculadas con necesidades que no pueden ni deben ser resueltas por el personal universitario. Es necesario, entonces, problematizar no sólo la visión que el universitario tiene sobre la comunidad, sino también el estereotipo que ésta tiene sobre el universitario.

Aunque el trabajo con la comunidad forma parte de la función de extensión de la universidad, es preciso distinguir previamente lo que se conceptúa como comunidad para situar el ámbito del trabajo comunitario. El término comunidad alude a significados diferentes, según el criterio que se emplee para definirlo. Así, si el criterio es demográfico los colectivos se definen con base en características que comparten, por ejemplo la comunidad de inmigrantes, pero si el criterio es la localización espacial o criterio geográfico, la comunidad puede ser identificada con referencia al nombre del lugar que se habita. Sin embargo, la comunidad se define principalmente por la calidad de la interacción que producen sus miembros, más allá de la identificación del grupo por un rasgo que se comparte o por residir en el mismo espacio.

En este sentido, comparando definiciones de comunidad de investigadores con las de integrantes de comunidades, se encuentra que los cuatro componentes del sentido de comunidad son indicadores valiosos para estimar la cualidad relacional que refiere. Según éstos componentes, entonces, un colectivo social adquiere el estatus de comunidad cuando en algún grado sus miembros comparten relaciones personales entre sí, sentido de membresía, hay condiciones para que el integrante influya sobre el grupo y viceversa, hay percepción coincidente de necesidades y su satisfacción se aborda grupalmente y hay vinculación emocional entre los participantes porque sienten semejanzas con los otros y sienten como comunes el lugar, el tiempo y las experiencias.

El trabajo de la universidad con la comunidad refiere, entonces, a este nivel de la organización social que no necesariamente guarda semejanza con la extensión que la institución lleva a cabo con otras agrupaciones sociales, tales como usuarios de servicios educativos o de salud, organizaciones no gubernamentales o empresas públicas o privadas, que pueden exigir formas de relación, económica, políticas o social, distintas a las que se establecen con la comunidad.

El trabajo comunitario de la universidad, y en general el trabajo de extensión, ha sido más acción de voluntarios, aún cuando está prevista en la Ley de Universidades vigente como una misión básica. Es obligante, por tanto, tomar decisiones para que la extensión y el trabajo con las comunidades, especialmente, se sitúen en el mismo nivel de las funciones de docencia e investigación y en estrecha vinculación con éstas, tal como se sugiere en el siguiente texto en el que la extensión se define como: la función que articula de una manera sistematizada y permanente, las demandas que plantea la sociedad y la respuesta que la Universidad puede dar a las mismas, con lo cual sirve de canal idóneo para expresar los requerimientos que deben orientar estratégicamente las funciones académicas de docencia e investigación.

Pero el trabajo con las comunidades, debe trascender lo puramente asistencial y plantearse otros fines como relaciones participativas con la comunidad y la producción conjunta del conocimiento. La extensión universitaria debe: promover los esfuerzos y capacidades para proyectar la Universidad hacia la comunidad y al mismo tiempo, lograr que ésta, interactuando activamente se incorpore al desarrollo de las programaciones institucionales previstas, a fin de responder eficientemente a las necesidades del país aportando conocimiento, generando valores y dando soluciones al desarrollo de la nación, permitiendo la contrastación teórico-práctica del conocimiento, el estudio crítico de nuestra realidad y la propuesta de alternativas factibles de solución a los grandes problemas de la Sociedad Venezolana.

El Socialismo del Siglo XXI. Dr. Emil Calles (Unefa).

El Socialismo del Siglo XXI puede ser definido como un proceso de transformación caracterizado por cuatro macro-dinámicas: 1. la revolución anti-imperialista; 2. la revolución democrática-burguesa; 3. la contra-revolución neoliberal; 4. la pretensión de llegar a una sociedad socialista del siglo XXI.

Cada una de esas dinámicas es un frente de guerra en el cual el Socialismo puede triunfar o ser derrotado. La dinámica antiimperialista es antagónica a la Doctrina Monroe y los intereses imperialistas de la Unión Europea. La dinámica democrática-burguesa es antagónica a la dinámica neoliberal, porque significa: a) la construcción de un Estado de Derecho y, b) el desarrollo de las Fuerzas Productivas. Ambas necesidades chocan con fuertes y arraigados intereses.

De la misma manera, el desarrollo diversificador de las fuerzas productivas afecta poderosos intereses monopólicos nacionales y transnacionales. Pese a las mistificaciones, el llamado “desarrollo endógeno” del bolivarianismo no es nada nuevo ni representa ningún misterio teórico. Fue inventado por los ingleses hace 200 años y copiado, por su éxito, por los alemanes, japoneses, tigres asiáticos y ahora China. Resaltando diferentes facetas, se le ha llamado desarrollismo, cepalismo, sustitución de importaciones, economía social de mercado, socialismo espiritual o keynesianismo. Se trata de una economía de mercado, orientada y dinamizada por el Estado corporativo en el pasado, y actualmente por un Estado más democrático.

El socialismo del siglo XXI es una civilización cualitativamente distinta a la civilización burguesa. ¿Distinta en qué? En su institucionalidad. De ahí, que ser revolucionario significa hoy día luchar por sustituir la institucionalidad del status quo, es decir: 1. la economía de mercado por la economía de valor democráticamente planeada; 2. el Estado clasista por una administración de asuntos públicos al servicio de las mayorías y, 3. la democracia plutocrática por la democracia directa.

Este es el Nuevo Proyecto que llamamos Socialismo del Siglo XXI o Democracia participativa. La conquista de estas instituciones es la guía estratégica de la lucha. La fase de transición es la transformación del status quo a la luz de esa guía estratégica.

Entender el carácter socialista o capitalista de las formas de propiedad económica es un elemento clave para la sobrevivencia de la Revolución. Lamentablemente, el debate no ha logrado clarificar esa compleja temática, hecho por el cual muchos revolucionarios piensan que las cooperativas, la cogestión obrera y las empresas de producción social significan que Venezuela ya ha entrado en una fase del socialismo del siglo XXI. Esta opinión es equivocada.

Las tres formas principales de propiedad de la economía de mercado son: a) la sociedad anónima de capital variable, característica de las grandes corporaciones, b) la empresa de propiedad familiar y, c) las cooperativas. Las primeras dos son, en términos de la sociología de la organización, unidades militares, es decir, verticales. La única forma democrática es la cooperativa. Por lo mismo, es la más afín a la democracia económica del futuro, pero, al mismo tiempo, la más difícil de organizar. Sin embargo, su problema mayor reside en el hecho, de que tiene que operar bajo la lógica del macro-sistema mercantil, cuyos parámetros de calidad, precio, tiempos de entrega, etc, son obligatorios para su desempeño, salvo que los subsidios del Estado le den grados de libertad que las empresas mercantiles no tienen.

Los tres tipos de empresa son de diferente forma. Pero, independientemente de su forma, tienen que someterse a los movimientos del medio en que se mueven, para no hundirse. Si la cooperativa quiere liberarse de la tiranía de la economía de mercado tiene que cambiarse hacia otro sistema de la realidad, es decir, la economía de equivalencias. Mientras siga navegando en la economía de mercado no es, ni puede ser socialista.

Una economía es socialista, cuando opera sobre el valor, realiza intercambios de equivalencias y planea democráticamente los principales parámetros de la economía, tanto en la macroeconomía, por ejemplo, la tasa de inversión y el presupuesto nacional, como en la microeconomía, particularmente en cuanto a la tasa de plusvalía (plusvalor / capital variable), es decir, la intensidad de la explotación del trabajo.

Para poder construir una economía socialista tienen que haberse cumplido tres requisitos objetivos: 1. la disponibilidad de una matemática de matrices, por ejemplo, las tablas de input-output de Leontieff; 2. la digitalización completa de la economía y, 3. una avanzada red informática entre las principales entidades económicas.

Estudiar a los clásicos, como proponen los compañeros del socialismo histórico, es correcto. Sin embargo, esa afirmación requiere dos especificaciones: a) se trata de una condición necesaria, mas no suficiente, para la transformación socialista de hoy; b) los tiempos de la revolución bolivariana y socialista latinoamericana no son suficientes para concientizarse primero con el estudio de los clásicos, para después pasar a la actualidad socialista; el proceso es demasiado frágil para permitir esta secuencia. Hoy día debe concentrarse todo el tiempo y todo el esfuerzo en el estudio de las dos propuestas concretas de la nueva sociedad, la de las Escuelas de Bremen y de Escocia, porque la contrarrevolución interna en Venezuela y en América Latina avanza con mucho mayor velocidad de lo que parece visible.

Entre el socialismo de Marx y Engels y el socialismo del Siglo XXI no hay ninguna competencia ni incompatibilidad. Su relación es la que existe entre los paradigmas de Newton y las de la física cuántica o, también, del paradigma de Darwin y el paradigma de Watson y Crick. Para la realidad del siglo XXI, ambos son imprescindibles.

Lenin definió en 1922 las tareas de la Revolución rusa como “poder soviético y electrificación”, es decir, la construcción del Estado socialista y el desarrollo de las fuerzas productivas. En Venezuela, las tareas son seis:

1. Construcción de un Estado de derecho eficiente; 2. Desarrollo de las Fuerzas Productivas; 3. Construcción del Poder popular; 4. Avanzar la teoría de la transformación desarrollista y socialista; 5. Construcción del Bloque Regional de Poder y, 6. Desarrollo de la vanguardia y de los cuadros medios.

En la línea política uno de los factores determinantes del socialismo del siglo XXI debe ser la democracia participativa y protagónica. El Socialismo del Siglo XXI es una invitación al debate y a la reflexión.

ANÁLISIS CRÍTICO. CONTRIBUCIÓN CON LA INVESTIGACIÓN DOCTORAL

La humanidad está a comienzos del siglo XXI con avances de enorme magnitud y profundidad en sus capacidades científicas, tecnológicas y productivas. Se están produciendo “rupturas epistemológicas” simultáneas en numerosos campos del conocimiento, que están generando modelos conceptuales renovados para comprender los fenómenos, y una nueva ola de tecnologías basadas en conocimiento de amplísimas posibilidades. Los avances en campos como las telecomunicaciones, la microelectrónica, la biotecnología, la ciencia de los materiales, las máquinas-herramientas, la informática, y la robótica entre otros, están transformando las matrices productivas básicas. La posibilidad potencial de producir bienes y servicios se ha expandido y multiplicado rápidamente. Al mismo tiempo hay una revolución de las expectativas. Se han comenzado a extender sistemas de base democrática, donde la población puede elegir sus representantes, y hay un reclamo generalizado por participación creciente. Los pueblos esperan tener influencia real y en aumento en los esquemas de toma de decisiones, y hay un amplio movimiento hacia la constitución de formas nuevas y más activas de organización de la sociedad civil.

Sin embargo, el potencial inmenso de capacidades productivas no se está transformando en mejoras en las difíciles condiciones de vida de amplios sectores del planeta. Hay una brecha enorme entre el mismo y la vida cotidiana. También hay un desfasaje entre los avances en materia de democratización, la obtención por parte de los habitantes de los países de ciudadanías democráticas que les permiten potencialmente niveles de participación, y la situación de exclusión social, degradada de muchos de ellos que crea imposibilidades múltiples para una participación orgánica. El escenario complejo, gerencial, tecnológico y social sobre el que llamó la atención, genera profundos interrogantes sobre el futuro.

De acuerdo a datos del Banco Mundial (2007), 1300 millones de habitantes del planeta reciben un ingreso menor a un dólar por día, hallándose por tanto en situación de pobreza aguda. Dos quintas partes de la población mundial carecen de servicios sanitarios adecuados y electricidad, 800 millones de personas no reciben suficientes alimentos, y cerca de 500 millones tienen un estado de desnutrición crónico, 17 millones de personas mueren cada año de infecciones y enfermedades parasitarias curables como diarrea, malaria, y tuberculosis.

Las cifras sobre empleo, indican la presencia de extendidos procesos de aumento del desempleo, y de degradación de la calidad de los empleos disponibles. El World Employment Report de la OIT señala que en el 2007, el 30% de toda la mano de obra del mundo se hallaba desempleada o subempleada. Al mismo tiempo que altas tasas de desempleo, han generado un traslado continuo de personas hacia la llamada economía informal. Si bien heterogénea, la misma tiende a caracterizarse en gruesos tramos por estar constituida por trabajos inestables, sin perspectivas claras, sin protección social de ninguna índole, con bajos ingresos, y con niveles de productividad muy inferiores a la economía formal por las limitaciones de recursos, tecnologías, y créditos.

En América Latina por ejemplo, la tasa de desempleo de esa región se estimó para el 2007, en un 16,2%. A los datos sobre magnitud del desempleo deben agregarse indicadores sobre duración promedio del desempleo. Este factor, que parece hallarse a su vez en agravamiento, es según subraya Robert Solow de la mayor relevancia. Sus análisis llaman la atención sobre los altos costos sociales de períodos extensos de desempleo. Señalan que la experiencia de desempleo prolongado va produciendo múltiples efectos negativos sobre la personalidad marginados por los estudios económicos usuales. Genera entre otros aspectos apatía, debilitamiento serio del interés en socializar, y retiro gradual de la fuerza de trabajo. Una pérdida de autoestima caracteriza el cuadro.

En la más estrecha vinculación con la pobreza y la exclusión social, se observa a nivel internacional acentuadas agudizaciones en términos de inequidad y polarización social. Las desigualdades en ingresos, y en posesión de activos, producen a su vez inequidades agudas en acceso al crédito, y tienen múltiples repercusiones en campos cruciales como el acceso y la permanencia en sistemas educativos, la calidad de la educación, y las posibilidades de rendimiento educacional.

A las inequidades conocidas se está añadiendo otra adicional. El desarrollo explosivo de las comunicaciones, que tiene actualmente un punto culminante en la comunicación por computadoras, abre posibilidades gigantescas de difusión de información e intercambio, pero amplios sectores de la población pueden quedar fuera de él, sumándose una brecha más a las existentes. Se resalta la posibilidad amenazante de la aparición de nuevas formas de “analfabetismo cibernético”, que van a abarcar a los que no acceden a ninguna forma de informatización.

Llamando la atención mundial sobre la gravedad del problema el Presidente del Banco Mundial subraya que para poder esperar compromisos de la población con políticas de desarrollo se “requiere una percepción de justicia por todos los grupos sociales, en el sentido de que cada uno recibe una parte justa del progreso económico”. La pobreza acentuada y las altas polarizaciones sociales conforman un escenario que daña severamente las posibilidades de crecimiento económico sostenido, y al mismo tiempo afecta seriamente la gobernabilidad democrática en los países en desarrollo. La falta de logros que mejoren la precaria calidad de vida cotidiana de amplios sectores de la población genera márgenes significativos de pérdida de credibilidad en los gobiernos democráticos que minan sus márgenes de gobernabilidad.

¿Cómo enfrentar desde la complejidad de estos problemas, la ciencia, la gerencia, la tecnología para el siglo XXI? ¿Cómo repensar la complejidad, la ciencia, la gerencia y la tecnología para lograr un desarrollo social participativo y equitativo para todos por igual? Es la falta de gerencia un tema individual adjudicable a las fallas de determinadas personas. Tampoco hay evidencia empírica de ningún orden que avale ese tipo de razonamientos.

Frente a la persistencia y agudización del problema, se están abriendo actualmente soluciones, nuevas líneas de investigación, y reflexión, que llevan a su vez a replanteos profundos del rol y diseño del Estado. Abordare a continuación estas nuevas direcciones del debate. En un momento de análisis posterior discutiré en base a ellas, cuál debería ser el rol del Estado en el campo gerencial, científico y tecnológico en el mundo en desarrollo. Identificado el mismo reflexionare sobre lineamientos para el rediseño institucional y del Estado en función de dicho rol y el tipo de gerencia que sería más indicada para un performance efectivo del Estado en lo científico, gerencial y tecnológico. El análisis propone principalmente llamar la atención sobre la necesidad de renovar sustancialmente los contenidos de la agenda de discusión en estas temáticas.

Se ha impulsado un amplio debate que revisa una por una la mayor parte de las premisas en que se ha basado la acción vinculada con la complejidad, la ciencia, las tecnologías y la manera de gerenciar en las últimas décadas. El nuevo debate parte de la sensación de “impotencia” ante la falta de respuestas en los modelos que en el “papel” iban a brindar soluciones efectivas, y ante sus limitados resultados, avanzan en impugnar aspectos básicos de su misma validez, y en buscar modelos de análisis alternativos que puedan ser más fecundos. Entre las líneas de exploración fundamentales existe un debate que hoy involucra a gobiernos, institutos académicos, actores de la sociedad civil, organismos de cooperación y la opinión publica.

En la última década un conjunto de enfoques de amplia circulación ofrecían una respuesta basada centralmente en la idea del "derrame". Las conocidas hipótesis básicas giraban en torno a la visión de que realizando ingentes sacrificios para conseguir metas de carácter gerencial que impliquen equilibrios económicos, y financieros, habrá progreso económico. Se requeriría entonces una espera difícil, para que esta etapa de postergaciones y acumulación casi forzada, genere hacia adelante un “escenario feliz”. Como a sucedido tantas veces en la historia, una vez más los hechos reales no han respondido a las suposiciones del modelo. El camino al desarrollo parece ser muchísimo más complejo que estas suposiciones, según entre otros los amplios estudios de los Informes de Desarrollo Humano de Naciones Unidas que abarcan a la casi totalidad de los países en desarrollo, y cubren íntegramente las últimas décadas. Los datos indican que la realidad funciona de un modo muy diferente al supuesto. Las evidencias muestran que es imprescindible para un país alcanzar estabilidad económica, equilibrios financieros, mejorar su competitividad, y aumentar su producto bruto, pero ello no “se derrama” automáticamente.

Amplias líneas de investigación y discusión están girando en torno a un reanálisis en profundidad de los impactos sobre el desarrollo de formas de acumulación de capital hasta ahora no evaluadas adecuadamente. Se plantea que junto a los capitales tradicionales: el capital natural de una sociedad constituido por su dotación de recursos naturales, y el capital construido formado por lo que ha producido (infraestructura, capital comercial, capital financiero, etc), existen otras dos modalidades de capitales que urge analizar más detalladamente, el capital humano y el capital social. El primero tiene que ver con la calidad de los recursos humanos, el segundo con elementos cualitativos como valores compartidos, cultura, capacidades para actuar sinérgicamente, y generar redes, y concertaciones hacia el interior de la sociedad. Analizando las causas del crecimiento económico un estudio del Banco Mundial sobre 192 países (2007) concluye que no menos del 64% del crecimiento puede ser atribuido al capital humano, y al capital social.

Formar capital humano implica invertir sistemática y continuadamente en la educación. A fines de siglo la inversión en educación se ha transformado en una de las de más alta rentabilidad. Ello tiene que ver con los cambios radicales que se están produciendo en las estructuras de producción. Ellos se orientan en la dirección de privilegiar el conocimiento como elemento básico de las nuevas matrices productivas. La base de las industrias de punta es hoy conocimiento puro, y la tendencia irá crecientemente en esa dirección según todo parece indicarlo. Lester Thurow sostiene que el siglo XXI será “un siglo de conocimiento intensivo”, y que el conocimiento “se ha convertido en la única fuente de ventajas competitivas relativas sostenibles de largo plazo”. Entre otras las computadoras indica, casi no utilizan recursos naturales se basan en conocimiento. Consecuentemente a ello, señala: una empresa que invierte hoy en educación de sus integrantes obtiene una tasa de retorno sobre la inversión que es el doble de aquella que invierte en planta y equipo. Robert Reich, ex Secretario de Trabajo de USA resalta el peso decisivo de la educación destacando “los ganadores de esta nueva economía globalizada y volátil son aquellos que puedan identificar y resolver problemas, manipular y analizar símbolos, crear y manejar información”. Jacques Delors resalta el papel histórico trascendental de la educación en nuestro tiempo: “de ella depende en gran medida el progreso de la humanidad... Hoy está cada vez más arraigada la convicción de que la educación constituye una de las armas más poderosas de que disponemos para forjar el futuro”. Los países de punta a nivel económico y tecnológico han multiplicado sus presupuestos en educación, ciencia y tecnología. Japón acaba de aumentar en un 50% su ya elevado presupuesto para ciencia y tecnología para los próximos 5 años. En la República de Corea la inversión en educación asciende al 10% del producto bruto, nivel muy superior al del mundo en desarrollo. Israel está realizando desde el 2006 una nueva reforma de su avanzado sistema educativo que ha significado un aumento de un 33% en términos reales en los recursos asignados a educación, que permitirá entre otros aspectos una actualización integral de los profesores de todas las universidades en los adelantos informáticos, y la introducción universalizada de dichos adelantos en el aula.

Por su parte el capital social puede tener a su vez créditos muy elevados para el avance económico y el bienestar general. El difundido estudio de Robert Putnam ratifica empíricamente su estratégico aporte al crecimiento. El autor señala que se trata de un bien público “una característica especial del capital social, como la confianza, las normas, y las redes es que normalmente es un bien público, diferente del capital convencional, el cual normalmente es un bien privado”. Se produce un proceso de valoración sesgado: “Al igual que todos los bienes públicos el capital social tiende a ser infravalorado e infrasuministrado por los agentes privados”. La subestimación es errónea, el peso de este capital puede ser decisivo.

El capital humano y el capital social han sido redescubiertos en los últimos años, y no resulta posible pensar sólidamente sobre el desarrollo gerencial, científico y tecnológico sin tener en cuenta su relevante peso como "palancas" del mismo.

La caída de la teoría del derrame, la revalorización del capital humano y del capital social, y el replanteo gerencial, son dimensiones centrales de un debate más amplio que está alcanzando a la orientación global de los modelos de desarrollo. Es imprescindible que exista crecimiento económico, estabilidad monetaria, equilibrios económicos y financieros, sin ellos no habrá medios para apoyar el desarrollo gerencial, científico, y tecnológico.

Las nuevas direcciones abiertas en el debate sobre el desarrollo, obligan a su vez a revisar los planteamientos de las últimas décadas sobre el rol a cumplir por el Estado. ¿Cuáles son los roles esperables si se incorporan a la reflexión los replanteos profundos en curso actualmente en el marco de las concepciones globales del desarrollo?

Un abordaje usual del tema de cómo rediseñar el Estado para facilitar y promover el desarrollo gerencial, científico, y tecnológico pasa por trabajar directamente sobre sus estructuras organizacionales, eficientizar su gestión, incorporar técnicas modernizantes. Se trata de aspectos de imprescindible tratamiento, pero hay una necesidad previa. Es necesario discutir ante todo qué rol se desea que cumpla el Estado en los países en desarrollo en este siglo. Los cambios y modernizaciones técnicas absolutamente necesarios, no pueden seleccionarse en abstracto, o a partir de la oferta de tecnologías del mercado. Deben existir criterios de selección dirigidos por la idea central de que dado un rol determinado a cumplir por el Estado, cuál sería el “estilo de tecnologías” más apropiadas para permitirle cumplir con la mayor efectividad ese rol. La discusión tecnocrática pura sobre la reforma del estado para el desarrollo debería ser superada por un debate más amplio que arrancando de los replanteos respecto a los modelos de desarrollo, y a las conclusiones de cuál sería el papel del Estado deseable, se lograran aportar criterios técnicos para dotarlo de las capacidades y llevarlos a cabo.

La discusión sobre el rol del Estado estuvo situada hace una década en la idea de que era posible pensar en un Estado, que planificara integralmente el desarrollo en todos sus aspectos, que a través de su maquinaria implementara las planificaciones, que trabajara centralizadamente para llevar a cabo esta operatoria, y que asumiera todo orden de funciones ejecutorias. Esta visión mostró en la práctica graves dificultades en la concepción misma que subestimaba o marginaba a la sociedad civil en sus múltiples expresiones, y en la implementación efectiva, donde la maquinaria mostró serias ineficiencias, y el carácter centralizado de la gestión demostró ser un factor crucial de rigidez y graves divorcios con las exigencias de la realidad.

La realidad a su vez ha planteado que en el nuevo mundo globalizado, donde se ha producido una "explosión de complejidad", al multiplicarse las interrelaciones, y producirse cambios profundos geopolíticos, geoeconómicos, y tecnológicos en espacios brevísimos de tiempo, existe la necesidad de que el Estado lleve a cabo funciones que no formaban parte de ninguno de sus roles previos en la historia. La globalización, el cambio acelerado, la complejidad, van acompañados de amplias dosis de incertidumbre. Edgar Morin previene "El devenir no es necesariamente sinónimo de desarrollo. De aquí en adelante el futuro se llama incertidumbre". Y subraya las dificultades para otear el futuro: "Estamos en lo desconocido, más aún en lo innominado. Nuestro conocimiento de los tiempos actuales se manifiesta solamente en el prefijo sin forma "pos" (post-industrial, post-moderno, post-estructuralista) o en el prefijo negativo "anti" (anti-totalitario). No podemos dar un rostro a nuestro futuro, ni siquiera a nuestro presente". La misma sensación frente a una sociedad "cada vez más globalizada y también más compleja y multidimensional" es descripta desde pensadores del mundo en desarrollo de este modo: “navegamos este huracán de cambios de la globalización casi sin brújula, con limitados y demasiadas veces desactualizados mapas. Tantos cambios y tan pocos mapas son unas de las fuentes principales del malestar de la incertidumbre y desasosiego que tanto se manifiesta en el mundo actual". Estos desarrollos han generado una amplia demanda por respuestas estatales de nuevo cuño. Michel Crozier apunta: "Necesitamos más intervención pública para dominar la complejidad.” En el mundo en desarrollo la posibilidad de promover y fortalecer integraciones sub-regionales y regionales que pueden ser de tanta relevancia ante la globalización está generando una fuerte corriente de demandas hacia papeles catalizadores y facilitadores que podría cumplir un Estado eficiente en este campo crucial.

Frente a estas reflexiones, se está levantando actualmente una concepción diferente que a partir de la evidencia histórica reciente indica que las sociedades que han logrado avances más consistentes en las ultimas décadas se han caracterizado por superar la falsa antinomia Estado versus mercado. En su lugar han procurado desenvolver un esquema de cooperación entre los principales actores sociales, y han integrado activamente en ese esquema a las importantes fuerzas latentes en la sociedad civil. En estos esquemas se identifica que entre Estado y mercado, existe una amplia gama de organizaciones que incluye entre otras los espacios de interés publico entidades que cumplen fines de utilidad colectiva pero que no forman parte del Estado ni del mercado, la nueva generación de cooperativas empresariales con extensa difusión en numerosos países desarrollados, las organizaciones no gubernamentales, las organizaciones sociales voluntarias de base religiosa que han crecido significativamente, las organizaciones vecinales, los grupos ecologistas, el voluntariado, y otras formas de agrupamiento de esfuerzos de la sociedad civil de múltiples características. Se trata en la nueva concepción de sumar los roles claves para la sociedad vinculados con demandas como las antes planteadas, y otras, que puede cumplir el Estado, las potencialidades del mercado, y los aportes múltiples que pueden devenir de la sociedad civil. En esta perspectiva, es imprescindible llevar a cabo el esfuerzo de reconstruir un Estado que pueda cumplir con las nuevas demandas que se le plantean, que pueda combinarse armónicamente con las fuerzas productivas privadas para obtener el mejor resultado para el país, y que sea un factor promotor y facilitador del desarrollo de una sociedad civil cada vez más articulada, fuerte, y activa.

Está planteada la necesidad de reconstruir el Estado teniendo como horizonte deseable la conformación de lo que se podría llamar un "Estado Inteligente". Un Estado concentrado en roles estratégicos para la sociedad, y con un diseño institucional y un desarrollo de capacidades gerenciales que le permitan llevarlos a cabo con alta efectividad. Uno de los roles claves del "Estado Inteligente" se hallará de acuerdo a numerosas evidencias en el campo del desarrollo científico, tecnológico y social.

Dados los roles mencionados como deseables, ¿cómo dotar al Estado de las capacidades gerenciales para llevarlos a cabo? ¿Cuál sería el perfil de un "Estado Inteligente" en el campo del desarrollo científico, tecnológico y social?

¿Cuál es el estilo gerencial más apropiado para llevar adelante con eficiencia estos programas de desarrollo? La respuesta debe buscarse en primer lugar en las exigencias que surgen de los procesos de implementación de dichos programas. Los procesos se caracterizan por una alta volatilidad. En derredor de los programas se mueven diversos grupos de intereses, entre otros económicos y sectoriales, que pueden tratar de desviarlos en su dirección. Intervienen en ellos diferentes actores organizacionales, Ministerios, Regiones, Municipios, ONGs, grupos de la sociedad civil, con interrelaciones variables. Las comunidades asistidas pueden reaccionar de muy diferentes modos, y su reacción puede cambiar en el tiempo de ejecución. En la implementación misma del programa se descubren oportunidades y riesgos no contemplados Con frecuencia se presentan decisiones externas al programa mismo, como recortes presupuestarios. En su conjunto la ejecución de los programas tiende a presentar características turbulentas.

No se trata por consiguiente de ajustes en los diseños previos, el tema es más complicado. Hay una dinámica que se desata que en diversos aspectos no es pronosticable con anterioridad. Esa dinámica no puede ser atendida con estilos gerenciales burocráticos tradicionales. Los mismos están basados en el control a través de planes, rutinas, y normas, de las operaciones a desarrollar. Suponen realidades con fuertes posibilidades de predictibilidad, y en donde la proyección de situaciones a partir del pasado puede ser una guía eficiente. En el campo de la gestión científica y tecnológica la realidad es volátil, y el pasado es una referencia dudosa por el cambio continuo en condiciones básicas. Se necesita avanzar hacia un estilo de "gerencia adaptativa” estrechamente conectado con la realidad, y que vaya reaccionando sobre la marcha a las variaciones. Ello no suprime la planificación, pero varía los tiempos. Planificación y gestión deben acercarse al máximo. Planificar, ejecutar, retroalimentar, y rediseñar deben ser una operación casi fusionada. Existen actualmente en gerencia avanzada diferentes instrumentos técnicos que pueden apoyar el estilo gerencial requerido. Entre ellos pueden ser de ayuda los sistemas de monitoreo en tiempo real de la marcha, e impactos de los programas que implican cambiar la visión del monitoreo y la evaluación como instrumentos de control, por la de verlos como herramientas de gestión.

Las estructuras organizativas tienden a seguir los difundidos modelos verticales, piramidales, jerárquicos, con numerosos escalones. Dichos modelos presentan marcadas disfuncionalidades en relación a los requerimientos que surgen de los procesos de descentralización, del interés por impulsar las metarredes y promover la participación, y de la necesidad de adelantar estilos gerenciales adaptativos. Entre otros aspectos tienden a encerrarse en sí mismos, convertir a las rutinas en metas, desarrollar serias resistencias a la participación de actores externos a la estructura como otros posibles socios y las mismas comunidades asistidas, y tienen marcadas rigideces para reaccionar a cambios. Se requiere avanzar hacia estructuras más abiertas, flexibles, y participativas. El diseño de las estructuras organizacionales no es un fin en sí mismo, sino un medio para facilitar el cumplimiento de objetivos. En el área de la gestión científica y tecnológica, el diseño debe favorecer entre otros, aspectos como la referida relación activa con lo que sucede en la realidad. Mintzberg avanza una argumentación significativa respecto a ello. Miremos a las organizaciones como círculo en lugar de como pirámides. Normalmente hay quienes trabajan en la línea, en los bordes del círculo, en contacto activo con los beneficiarios, y la realidad. Tienen los feedbacks de qué sucede, pero como su trabajo es en áreas muy delimitadas, su enfoque es parcelado. En el centro del círculo se halla el nivel ejecutivo superior, que sí sabe para dónde trata de ir la organización, pero su contacto con la realidad puede ser pobre. Suele hallarse encerrado en las clásicas campanas de cristal. Las sugerencias a extraer son varias en términos de los programas para el desarrollo científico y tecnológico. Ellos necesitan maximizar la interacción con la realidad. Sería fundamental estrechar la relación entre la línea, y el nivel ejecutivo superior para que la realidad fluya al mismo tiempo. Asimismo, procurar aplicar la moderna estrategia de visión compartida de la organización que puede en general ayudar a involucrar plenamente a la línea en la operación, pero que además le posibilitará productivizar su obtención y análisis de información de la realidad. En diversas realidades se están impulsando cambios en el Estado hacia direcciones como las indicadas.

¿Cuál debe ser la orientación estratégica básica para las renovaciones institucionales y gerenciales a llevar a cabo en el Estado? La aplicación de enfoques de administración pública tradicional ha demostrado serias insuficiencias, y choca contra las exigencias de la realidad. Sin embargo, tampoco parece haber evidencia empírica que respalde la utilización de enfoques de negocios en este campo. Presentan por sus metas, y características usuales marcadas disimilitudes con los objetivos, y la operación típica de los programas de desarrollo. Estos programas tienen metas de desarrollo muchas veces con efectos básicamente en el mediano y el largo plazo como sucede en educación. Las metas interaccionan con metas de otros programas. Los objetivos son en algunos casos no medibles por las vías normales en gestión de negocios porque son de orden cualitativo. Estos programas se caracterizan por actores institucionales múltiples, necesidad de articularlos, redes, turbulencia, imprescindibilidad de la participación por sus extensos efectos positivos, necesidad de respeto por las culturas locales e incidencia de factores políticos, sociales, demográficos, y de diversa índole. La agenda de dilemas gerenciales que surge en operatorias de este orden, es muy singular, y diferenciada de la propia de los negocios.

Se requiere en este campo desarrollar un enfoque que ponga a foco las especificidades de la gestión, y procure soluciones técnicas apropiadas para ellas. Se requiere un enfoque de "gerencia social". Entre sus insumos de apoyo se hallarían elementos de otros enfoques, pero el abordaje estratégico debe ser distinto, y ser capaz de ser eficiente en términos de metas y suprametas como las enunciadas, y de una operación técnica particular como lo es la de las políticas y programas sociales. Este enfoque está emergiendo en la realidad en experiencias concretas de arreglos institucionales, y programas exitosos en diversos países. El tipo de institucionalidad y de gerencia que puede detectarse en experiencias consideradas internacionalmente de excelencia gerencial, como el Grammen Bank en Asia, las Escuelas EDUCO en El Salvador, o las Ferias de consumo vecinal en Venezuela, surge de ese enfoque diferenciado. La constatación de esta identidad técnica de la gerencia social está estimulando actualmente esfuerzos por formar gerentes sociales capacitados en la temática en diversos países del mundo en desarrollo.

Así como por parte del Estado se reclama un manejo concorde, el tema de la gerencia, la ciencia, la tecnología no puede asimilarse ni en las metas, ni en la operatoria a la lógica de los negocios. Se necesita avanzar mucho más allá de ello para asegurar aspectos esenciales como acceso, equidad, sostenibilidad y eficiencia.

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